MALDITO ROCK AND ROLL

Primus: no basta con mover la cabeza

El groove pesado que infecta gran parte del repertorio de Primus te contagia, y ni cabecear ni moshear a guata pelá te libra de él. Ayer fue el primero de dos shows que el trío da en Chile, y no podíamos faltar.

El groove pesado que infecta gran parte del repertorio de Primus te contagia, y ni cabecear ni moshear a guata pelá te libra de él. Ayer fue el primero de dos shows que el trío da en Chile, y no podíamos faltar.

Por Iván Rimassa
Fotos: Ignacio López

Les Claypool es un referente del bajo, y el que va a un concierto de Primus lo tiene claro. Ha logrado consolidar y expandir las posibilidades de su instrumento basándose en técnicas que originalmente desarrollaron tiempo atrás colegas suyos como Louis Johnson y Larry Graham, dándole a las cuatro (o más) cuerdas no sólo propiedades armónicas sino también percusivas.

Es parte de ese club de bajistas frontman, junto con otros grandes de las frecuencias bajas como Lemmy, Roger, Geddy y Paul. Tanto así que no son pocos los que van a ver a Primus sólo para admirar a Les. Onda Primus = Les Claypool. Y bacán po, hay que ver el lado bueno, porque seguro al rato se terminan encantando con la banda entera. Además, no nos engañemos, si seguro varios empezamos a escuchar Primus porque “ese bajista” nos voló la cabeza.

Pero es imposible ignorar a la dupla que completa el trío: Larry LaLonde en guitarra y Tim Alexander a la batería, que junto a Claypool empezaron a hacer saltar a gran parte de la cancha del Teatro Coliseo a eso de las 21:20 abriendo con “Those Damned Blue-Collar Tweekers”. Y antes de eso, la banda sonora de la película Pee-wee’s Big Adventure hacía de intro. Hasta acá, el mismo setlist que presentaron en sus shows del 2017 (Cariola/Municipal).

Larry, por su parte, en un mar de efectos. Y lo nada sin problemas. Se alcanzaba a escuchar que en sus pies manejaba distintos delays, distorsiones, efectos rotary/vibrato, ring modulator y octavador. Él es la guinda de la torta, la última manito de pintura que remata una base rítmica con mucho fiato, pesada y capaz de generar largos colchones batería/bajo que no aburren.

Tim, en tanto, domina una batería amplia: toms tubulares al más puro estilo de Stewart Copeland, un par de floor toms que suenan satisfactoriamente gordos, doble bombo y varios platos y stacks que definen su sonido y por tanto también el de Primus. Un sonido sucio y ruidoso, pero a propósito. Un caos ordenado y sólido.

Orejas atentas habrán notado que, en medio de uno de los solos de bajo en el primer tiempo del show, Les Claypool citó “Kashmir” de Led Zeppelin. Buena.

Y, con máscara de chancho de por medio, pasó algo entretenido: mientras tocaba “Seas of Cheese” el público empezó a acompañar con aplausos. Normal. Pero los fanáticos más nerd de Primus sabrán que tienen uno que otro tema que no está en 4/4. O sea, que no se cuentan “1, 2, 3, 4, 1, 2, 3, 4, 1, 2…”. Bueno, y para no entrar en detalles lateros, la cosa es que Seas of Cheese se cuenta similar a un vals: “1, 2, 3, 1, 2, 3, 1, 2, 3…”. Entonces pasó que los aplausos del público tenían vuelto loco a Les Claypool, que no pudo tocar bien el tema porque el ritmo del público estaba nada que ver, así que paró a mitad de la canción y le dedicó casi un minuto completo a dirigir a la gente -usando el arco del contrabajo como batuta- para que se calzara con la rítmica. Y funcionó. Genial.

Ahora, arriba hablaba de que usan una intro antes de empezar a tocar sus temas. Acompáñenme sólo un parrafito que volvamos a eso, porque es divertido cómo Claypool, sin dejar de lado esos outfits y en general estética media steampunk que ostenta, dota de identidad a su banda. No sólo por los videoclips de sus composiciones, el sarcasmo que hay en la relación con sus fanáticos (“Primus sucks!”) o el uso de ese tipo de canciones para abrir sus tocatas, sino también – y en línea con todo lo anterior- por dejar al público entreteniéndose con capítulos de Popeye por los casi 15 minutos que dura el interludio del show. Aunque eso no fue novedad para los que vieron a Primus el 2017. Pero igual. Increíble.

La segunda mitad la inauguró “Here Come The Bastards”, y acá se concentraron en tirar los hits más conocidos del grupo: “Wynona’s Big Brown Beaver”, “My Name Is Mud” y “Jerry Was A Race Car Driver”, que cerró la jornada, tal como en el municipal dos años atrás. Los quisquillosos dirán que faltaron otros temazos famosos, como “John The Fisherman” o “Tommy The Cat”, pero con más de dos horas de show está difícil pedir más. En todo caso, esas dos no las tocan hace varios meses.

Y a propósito de lo que faltó: conversamos con el público y varios nos decían que no escuchaban la voz de Les Claypool. Podemos dar fe de ello, y ahí está el principal desafío para que el hombre del sonido sea el encargado de que la segunda patita -que es hoy, viernes 25 de enero- no tenga ni una queja.

Sería una novena presentación de Primus en Chile aún más brillante que la que acabamos de repasar, porque lo que hicieron en el Coliseo fue básicamente un Municipal/Cariola potenciado. Y eso es harto decir.


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