MALDITO ROCK AND ROLL

El grito primal de Paul McCartney (Parte 2)

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Ernesto Bustos recuerda los meses previos al primer disco solista del Beatle azucarado.

Superado el incidente de Paul con los enviados especiales de Life en Mull of Kintyre, el 26 de octubre de 1969, llegó la hora de volver a la realidad, dejar de lado aquella vida caótica, los excesos y la depresión post ruptura Beatle.

Linda Eastman, esposa de Paul, dio el ultimátum al músico y lo obligó retomar su vida habitual. Primero mandó a su marido a cortarse la barba y a darse un prolongado baño de tina. Segundo, lo reunió con el resto de su familia, Heather y Mary, en la mesa y le comunicó que el plan inmediato era regresar a Londres para componer y terminar su primer disco solista.

A esas alturas, Paul no estaba en condiciones de regatear lo más mínimo. “Que así sea y no se hable más”. De vuelta a la civilización, el ex Beatle se instaló en Cavendish y pidió expresamente una grabadora de 4 pistas. Lo que ahí sucedió es parte del azar, la casualidad en algunos casos y también el trabajo constante de un músico con la urgencia de marcar nuevamente territorio, ahora en otra trinchera, pero retomar lo cotidiano, componer, grabar y salir a mostrar ese trabajo. La complicación es que Paul se sentía huérfano. Tenía ganas, ideas, disposición, voluntad, pero no tenía banda. Primer problema.

“The lovely Linda” fue el primer corte que nació para McCartney. La idea original había nacido en Escocia y en Cavendish se concretó en menos de 10 minutos.

“That would be something” también tuvo un proceso de gestación para nada complejo. Paul halló un riff blusero, lo tocó unas cuentas veces y la letra surgió espontáneamente: “That would be something, it really would be something, that would be something, to meet you in the falling rain, momma, meet you in the falling rain…”.

“Valentines’s Day” le rondó a Paul durante mucho tiempo. Un día de lucidez en Mull of Kintyre, agarró las guitarras que tenía abandonadas en un establo, las tocó sin afinar (la descalibración también aportó lo suyo) y el resultado quedó a la vista.

“Junk” y «Teddy Boy” fueron dos canciones descartadas en su época de Beatle que ahora sí tuvieron cabida en la primera aventura solitaria.

“Glasses” fue uno de los primeros experimentos con la grabadora multipista Studer y la frotación de los bordes de las copas de vino. Vanguardia pura.

A estas alturas ya estaba claro que Paul parecía no recordar su dolor por el final de los Beatles. McCartney fue concebido rudimentariamente, sin tecnología, sin el marketing del que gozaba con su banda y con su dueño haciendo de todo.

«Maybe I’m Amazed» es, quizás, el instante de mayor lucidez y creatividad de esos primeros meses componiendo fuera de la base colectiva que lo hizo grande en el pasado. Sólo Paul y el piano. El tributo, la gratitud y el amor de una canción con dedicatoria a Linda, la mujer que lo sacó de sus días más oscuros. El hombre, conocedor de su fama, pidió los estudios de EMI con otra identidad para no atraer a la prensa y los seguidores delirantes del cuarteto de Liverpool. La táctica resultó de mil maravillas y el resultado fue el primer gran himno de Sir Paul post Beatle.

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Pero no todo podía ser felicidad y armonía en este nueva etapa. Había un tema pendiente. Las sesiones de «Get Back», posteriormente rebautizado como «Let it Be», estaban inconclusas y era perentorio terminar el trabajo para coincidir con el estreno de la película del mismo nombre.

3 de enero de 1970: en las oficinas de EMI en Londres, Paul se reunió con George y Ringo para añadir nuevas mezclas y sonidos al material que ya estaba registrado (John parecía demasiado ocupado en consolidar su relación con Yoko Ono y los Beatles no representaban nada en ese momento). Ese día se terminó “I me mine”, por ejemplo.

Peter Ames Carlin describe en la biografía de Paul la forma en que todo sucedía, comenzando una nueva década: “Paul observaba todo a distancia un poco confuso, algo más que un poco herido y cada vez más furioso. John le había despreciado por Yoko, lo cual ya era bastante malo…”.

Volviendo a McCartney llegó el momento de la recta final. Paul asumió el control de todo. Terminó de grabar, mezclar, supervisó el diseño de portada y fijó la fecha de salida para mediados de abril de 1970. Hasta ahí todo bien. Sin embargo el panorama cambió radicalmente después de una visita de Ringo por Cavendish con una carta firmada por él, George y John donde le solicitaban que reconsiderara la fecha de estreno de su debut solista. Tras una reunión con Klein en las oficinas de Apple, los tres Beatles restantes habían tomado conocimiento del conflicto que se aproximaba: el filme “Let it be” estaba programado para mediados de mayo y el disco del mismo nombre le precedería un par de semanas.

Raya para la suma: no tenía sentido que Apple estrenara McCartney 2 semanas antes que Let it be. “No es nada personal”, concluía la carta firmada por los máximos ejecutivos de la disquera. Ahí ardió Troya.

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Según el testimonio de Ringo, Paul perdió completamente el control. “Me gritó y agitó el dedo en mi cara, diciendo, ¡acabaré con todos ahora, me lo pagarán!”. Rojo de rabia y con la mirada de un loco, el afectado pidió no muy amistosamente a su amigo que se largara de la casa. Tomó el teléfono y las emprendió con George, a quien luego de enrostrarle un par de diferencias pasadas le advirtió que dejaría Apple… el creador de “Something”, conocedor del autocontrol, colgó el auricular no sin antes lanzar un místico “Hare Krishna”, que volvió más loco a Paul.

Con la guerra desatada, lo que vino después fue una suerte diplomacia doméstica. Como Ringo había sido testigo directo de la ira de su compañero, reunió a George y John para plantearles que no era justo joder a Paul con su disco, por el cual había trabajado mucho. “Me pareció que dado que era nuestro amigo, y puesto que la fecha era de una enorme importancia para él, deberíamos dejar que se saliera con la suya”.

De esta forma, McCartney vio la luz a mediados de abril, tal como fue su plan original. Pero lo peor estaba por venir. Phil Spector, reputado productor norteamericano, fue contactado por Allen Klein para entregarle las copias vírgenes de las sesiones  de Get Back. La sorpresa fue mayúscula cuando Paul, sentado frente a un par de monitores, comprobó en qué habían terminado “Let it be” y “The long and winding road”. Incrédulo, como si el mundo se le viniera encima, reconoció que unas sencillas baladas de piano ahora eran un desmadre de violines, violonchelos, trompas, similar a un coro del Tabernáculo Mormón arrastrado a una borrachera o sobredosis de cafeína y azúcar. Pero ya estaba hecho.

Lo demás es historia. Los Beatles oficializaban su separación el 10 de abril de 1970, aunque la banda ya estaba disuelta, al menos, desde el 20 de septiembre de 1969, cuando John Lennon se lo expresó a la banda durante una reunión de trabajo… el fin de una era, qué duda cabe, y el inicio de otra.


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