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Rock para la carretera

 

Patricio Jara comenta el álbum homónimo de Remezón.

La propuesta que ha hecho de Remezón una banda consistente es su impulso simple y directo por hacer rock and roll. En tiempos en que abundan las clasificaciones ociosas, lo que propone el sexteto en su nuevo disco homónimo, grabado en el taquillero estudio Audiocustom, bajo la atención de Sebastián Puente, es casi cincuenta minutos de esa clase de ritmos que sólo nos llevan a dos caminos: a la cerveza o al whisky.

Los doce temas que componen el álbum van marcando un recorrido nítido. Lo que hace Remezón (2007) bien podría llamarse rock de carreteras: es de esa clase de discos que no aburren en ningún momento. Hay pasajes cargados de buenos riffs sin llegar a la cabalgata y otros a medio tiempo y carraspeados.

Acá hay harto R&B, hay influencia de los grandes, pero influencia procesada. Ese es el mérito del trabajo de Ángel Sepúlveda (voz), Felipe Ferrada (bajo), Mario Villagra y Cristián Vicent (guitarras), Ítalo Franzani (batería) y Patricio Escobar (pianos): una idea que además se las arregla sin problemas para hacer las cosas en español, con un vocalista capaz de llegar bien a las notas más altas incluso en los momentos intensamente parranderos como en los primeros minutos del disco, especialmente en “R’nR” y otros más melancólicos, como en “Sureño”, un tema largo, lleno de imágenes líricas, que habla de lugares, de personas y de todo lo que hay entre medio.

“El corazón se endurece para aguantar lo que venga”, canta Sepúlveda, dueño de un nivel de emotividad por sobre la media.

Pero la banda tiene otros momentos más motoqueros. De esa clase de temas donde el rock and roll fluye en su esencia libre: un buen riff, un redoble y vamos para adelante, como la propia “Remezón”, un tema lleno de vida.

En suma, un disco notable que merece atención y respeto. De esos que durarán varios años al alcance de la mano, arriba del parlante.


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