Kinmakirú lanza su versión de “La Conquistada”, una de las canciones más emblemáticas de Los Jaivas, en un gesto cargado de simbolismo que dialoga directamente con la memoria musical y espiritual del país. La publicación ocurre apenas un día después del histórico concierto de Los Jaivas en el Estadio Nacional, reforzando el carácter de homenaje y continuidad generacional que atraviesa esta reinterpretación.
Disponible en todas las plataformas digitales, el single se posiciona como el primer adelanto del próximo LP de Kinmakirú, programado para 2026, un trabajo conceptual que gira en torno al talismán ANKKI, símbolo de unión dentro de la cosmovisión del colectivo. En ese marco, “La Conquistada” funciona como una puerta de entrada a un universo donde música, territorio y espiritualidad dialogan de manera orgánica.
La elección del tema nace desde un vínculo íntimo y colectivo. “Esta canción siempre nos acompañó en la vida, hacerla nuestra fue también un acto de homenaje y agradecimiento al legado de Los Jaivas”, señala Rodrigo Rodrigo, integrante de la banda. Para Kinmakirú, la obra conecta con nociones profundas de pertenencia, afecto y memoria, pudiendo leerse como un canto a un lugar, una persona o un recuerdo que persiste en el tiempo.
Kinmakirú presenta versión de “La Conquistada”
En lo musical, la interpretación propone un recorrido progresivo. El inicio es íntimo y despojado, con guitarra acústica y voz, inspirado en registros donde Gato Alquinta interpretaba la canción con sencillez y fuerza. Desde ahí, la versión evoluciona hacia un viaje sonoro más expansivo que incorpora bombo legüero, sintetizadores, capas vocales, percusiones rituales, guitarra eléctrica y batería, incluyendo además atmósferas guturales propias del sello Kinmakirú. Destaca también el diálogo instrumental, con cruces entre piano y guitarra que refuerzan la idea de tránsito y transformación.
El lanzamiento se acompaña de un videoclip grabado en las Dunas de Las Cruces, concebido como una performance entre música y danza. En él participan cinco bailarines —dos hombres y tres mujeres— y, en un momento clave, Osvaldo deja su instrumento para integrarse al cuerpo de danza, sellando la unión entre sonido y movimiento. La propuesta visual se construye desde una estética desértica, ritual y emotiva, que amplifica el sentido espiritual de la canción.
El coreógrafo Lautaro Soto profundiza en la lectura conceptual del video: “Siento que hay un concepto oculto en la música de La Conquistada, un grito de dolor y melancolía, de la pérdida de humanidad en tiempos oscuros de la historia personal y social. Pero también es una invitación a reconquistar esa humanidad a través del sentir y del amor”. Así, Kinmakirú propone no solo una versión musical, sino una experiencia que invita a la reflexión, la memoria y la reconexión humana.
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