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RESEÑA // «WandaVision»: la pena, el amor que persevera

La primera serie de Marvel Studios nunca se trató de un homenaje a la televisión con la que nos criamos, sino de ese luto que nos puede volver locos si no hacemos catarsis.

Wandavision Marvel MCU

¿Qué podíamos esperar de WandaVision”? El anuncio que hizo Kevin Feige en la ya lejana Comic-Con de 2019 con las primeras series de Marvel Studios para Disney+ prometía ahondar en la narrativa de personajes que no necesariamente estaban en la primera fila de los Vengadores. Y la carta de presentación era nada menos que un arte conceptual que parecía de otra era, una en la que la televisión rebosaba de inocencia y buenas intenciones.

¿Cómo era esto compatible con la acción cargada de CGI que nos daba el MCU con cada película en pantalla grande? La que por la pandemia resultó ser la primera serie del Universo Cinematográfico de Marvel estrenada en el streaming, y la encargada de inaugurar la Fase 4 antes que la postergada “Black Widow” en cines nos invitaba al ensueño, a una dimensión paralela cargada de nostalgia y mucho misterio. Y una promesa: “WandaVision” sería la encargada de darle arranque al anhelo de los fans de ver un multiverso. O la puerta de entrada a los mutantes a este MCU que domina la conversación de masas.

Pero “WandaVision” no era como cualquiera de las otras entregas de Mavel Studios. De la mano de la showrunner Jac Schaeffer y la dirección de Matt Shakman, la serie apostó por lo diferente. Un respiro de la fórmula del MCU, y uno bienvenido, al que recibimos con los brazos abiertos. Una mirada cargada de homenaje a esa televisión formativa de la cultura occidental, esas comedias de situaciones desde los 50 hasta hoy. Guiños por doquier, referencias y capas que nos mantuvieron hablando todo el tiempo y elucubrando un sinfín de teorías. La expectativa crecía cada semana desde ese viernes 15 de enero y “WandaVision”, era que no, dominaba las tendencias en redes sociales. Comentarios, reacciones y todo tipo de respuestas que cualquier producto de ficción quisiera.

Y “WandaVision” se afirmaba ahí con el producto televisivo más interesante en mucho tiempo. La evocativa de “Twikight Time” de The Platters y “Daydream Believer” de The Monkees musicalizaban ese enigmático misterio que se convirtió en un ansia desmedida por descifrarlo. Que el cameo de turno, que la promesa de este o cual personaje apareciendo en un momento crítico. Que el arranque a ese anhelado multiverso que se desatará en “Doctor Strange and the Multiverse of Madness”, que afectaría también a “Spider-Man: No Way Home”. Tanto enlace entre una y otra que, siendo sinceros, nos distrajo completamente de la esencia real de esos 9 capítulos.

Y el corazón de “WandaVision” es tan cercano y doloroso a la vez, que estuvo siempre frente a nuestros ojos sin siquiera darnos cuenta. El dolor, el sufrimiento por la pérdida. El luto que te lleva a un lado oscuro del que quizás no salgas. Esa pena negra que te nubla la mente y puede volverte loco si no haces catarsis. El querer esconderte de todos y de todo lo que te rodea por ese dolor indescriptible de haber pedido todo lo que amabas. Esa soledad que te tiene al borde del abismo y que te hace no escuchar la respuesta a tus ruegos de ayuda.

En estos tiempos inciertos, la pena de Wanda Maximoff es la pena de todos nosotros, alejados de nuestros seres queridos y con la amenaza siempre latente de que la pandemia nos los quite. Como si te sacaran el corazón del pecho y te dejaran vacío, sin nada a lo cual afirmarte. Pero para eso están los sueños y la posibilidad de construir nuestro propio mundo. Hacer la catariss necesaria para volver a centrarnos y dejar ese dolor de lado. Un mundo en el que la pena es el amor que persevera.


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