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Joel McIver: «A Slayer nunca le interesó mirar hacia atrás»

Hoy se cumplen 30 años de la publicación de “Seasons in the Abyss”, y conversamos con el biógrafo de la banda.

Slayer

Es difícil presentar a un monstruo del periodismo musical como el británico Joel McIver (1971). No sólo por lo contundente de su trabajo, también porque cubre un rango bastante amplio de bandas y géneros. Deep Purple, Black Sabbath, Mötorhead, Metallica, Rage Against The Machine, Tool, Cannibal Corpse, Machine Head…  imposible profundizar en la historia de estas bandas sin encontrar alguna referencia a McIver y el libro que ha escrito sobre ellas. Y lo mismo con figuras como Cliff Burton, David Vincent o Max Cavalera.

McIver es un escritor a tiempo completo, un cronista de primera, y su libro sobre Slayer, “The Bloody Reign of Slayer” (2008), es un aporte para entender cómo la banda marcó un camino que, a comienzos de los noventa, derivó en “Seasons in the Abyss”, un álbum fundamental en su discografía. Acaso es el que mejor mezcla su repertorio sonoro, revela con claridad su mirada política e ilustra por qué Slayer fue como fue. Siempre tan Slayer. A veces demasiado Slayer.

Hoy, a tres décadas de la publicación de “Seasos…”, Joel McIver comenta desde Inglaterra algunos aspectos esenciales del álbum.

—¿Recuerdas tus impresiones al escuchar “Seasons…” por primera vez? ¿Algún momento o situación concreta? ¿Dónde estabas entonces?

—Yo era estudiante en la universidad y un amigo lo tenía y me lo mostró. De entrada, me encantó la producción limpia y la mezcla, que todavía creo que son las mejores de Slayer. “War Ensemble”, “Hallowed Point” y “Born of Fire” me sorprendieron, no así las canciones lentas, que me aburrieron rápidamente. De hecho, sigo pensando que la canción principal y “Dead Skin Mask” son un poco tediosas.

—Mucha gente dice que «Seasons…» cierra una trilogía notable. Pero también hay quienes piensan que este disco reúne lo peor de «Reign in Blood» y «South of Heaven». ¿Qué piensas sobre eso?

—Para mí es el final de su período más dorado; es el último de cinco álbumes increíbles. Aunque realmente me gusta “Divine Intervention”, desde mediados hasta finales de la década de los noventa fue un tiempo difícil para Slayer. No creo que volvieran a un modo verdaderamente creativo hasta que hicieron el disco “Christ Illusion”.

—“The Bloody Reign of Slayer” es un libro muy contundente y, de hecho, eres uno de los periodistas que mejor los conocía. ¿No te parece extraño que nunca estuvieran muy interesados ​​en las fechas importantes de sus discos?

—Es un poco extraño, quizás. En 2011 hablé con Universal para armar una reedición de “Reign in Blood” por el 25 aniversario, y estaban interesados, pero la oficina de management de Slayer no quiso hacerlo. Supongo que simplemente no les interesa mirar atrás. De alguna manera, eso también es admirable.

—Una vez hablé con Tom Araya cuando se cumplían 30 años del lanzamiento de «Show No Mercy» y le pregunté por qué no habían hecho nada especial al respecto. Su respuesta fue como «mmmhhh…”.

—Sí, eso es típico de Tom. Una vez más, no tienes otra que admirar la actitud.

—Espero que estés de acuerdo conmigo: uno de los momentos más Slayer del «Seasons» está en la canción 9, entre el minuto 1:47 y 2:18.

—Sí, definitivamente es un breakdown genial, aunque para mí la parte más adrenalínica del álbum es la pista 1 al minuto 1:35. ¡En ese momento siempre quiero subir el volumen al máximo!

—En tu libro comienzas el capítulo sobre el “Seasons” hablando de la carátula y dices, comparada con las anteriores, que ésta es «más vanguardista que aterradorra».

—Sí, claro. Creo que es un triunfo artístico, con menos enfoque en lo macabro que el arte de tapa de “Hell Awaits” o “Reign in Blood”. De hecho, es una continuación temática de la portada de “South of Heaven”.

—¿Alguna vez pensaste que a estas alturas, en esta fecha que celebramos, que Slayer estuviera disuelto?

—Sí. Entrevisté a Tom varias veces en las décadas de 2000 y 2010 y cada vez dijo que se estaba cansando de la vida en el tourbus. En cierto modo, él sabía que se acercaba el final.


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