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RESEÑA // «Stardust Solitude» de Poema Arcanus: La escala de nuestra insignificancia

Patricio Jara comenta en exclusiva el nuevo disco de uno de los grandes nombres del doom metal chileno.

Poema Arcanus

Patricio Jara comenta en exclusiva el nuevo disco de uno de los grandes nombres del doom metal chileno.

Poema Arcanus siempre apunta hacia los grandes temas. En cada disco encontramos referencias a conceptos que (Lovecraft aparte) pueden calificarse como primordiales. Ocurre desde el primero, publicado en el lejano 1999 y reeditado hace poco: Arcane XIII, que tiene como fondo el destino y la fatalidad; Iconoclast, el cuestionamiento a lo sagrado; Telluric Manifesto, el lugar sombrío donde pisamos; Timeline Simmetry, el tiempo encapsulado, y Transient Chronicles, el viaje y el destierro.

Ahora, en Stardust Solitude, con el que regresan luego de ocho años de silencio, se adentran en el abandono y la fragilidad del hombre ante lo etéreo, o en palabras de Nietzsche: cuando miras por mucho tiempo al abismo, el abismo terminará mirando hacia ti. Y el abismo más grande, lo sabemos, no está frente a nosotros, sino arriba.

Tanto en los nueve minutos del tema que da nombre al disco, y también en otros como “The Lighthouse Keeper” (“We all float in slumber”, es una frase hermosa) y “Pilgrim” (“The sound fades, the cities fade”, genial), Poema Arcanus dirige la mirada hacia la gran bóveda oscura que no ofrece respuestas.

El concepto es atractivo y el arte de carátula de Enzo Toledo refleja bien el trabajo lírico (uno de los méritos de la banda desde sus comienzos). Si el metal no es capaz de decir cosas, sólo se queda en el ruido, en la cáscara, y de eso tenemos demasiado.

Publicado por el sello indio Transcending Obscurity Records en una edición de lujo, acaso la más espectacular que haya tenido una banda nacional, al menos en formato CD, Stardust Solitude es un disco largo, casi tanto como su predecesor. Bordea la hora de música y cumple a cabalidad uno de los principios del doom metal en su línea más rocosa: el juego de contrastes entre melodías y cadencias pesadas; marchas lentas, de tempos espesos, cruzados con destellos de brutalidad vocal.

¿Por qué a ratos la voz de Claudio Carrasco recuerda el timbre de Chris Reifert? Porque son metaleros viejos, no lo olvidemos. Sus raíces están clavadas en la gloriosa época de los demos y los fanzines en blanco y negro.

Da la impresión, sin embargo, de que este disco tiene menos atmósfera y más variedad de ritmos: el trabajo de Luis Moya en batería es tremendo y luce mucho más que en las anteriores entregas, sumado el aporte del nuevo bajista, Juan Díaz, ingresado a la banda en 2018. La fuerza compositiva de Igor Leiva siempre está ahí, es el sello, aunque como todo músico maduro, sabe ceder protagonismo en beneficio del conjunto. Donde más se percibe aquello es en la mitad del disco, en los temas cuarto y quinto: la mencionada “The Lighthouse Keeper”, con una línea de bajo fabulosa, seguida de “Straits of Devotion”. Puro metal, puro derrumbe. Poema Arcanus entrega un disco maduro y contundente. No esperábamos menos. Sobre todo en estos tiempos.


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