MALDITO ROCK AND ROLL

RESEÑA // Weezer en Chile: himnos y emociones de unos amigos de toda la vida

Después de 25 años, finalmente vimos a Rivers Cuomo y compañía en nuestro país, con un show que se inscribirá para siempre en nuestros corazones.

Después de 25 años, finalmente vimos a Rivers Cuomo y compañía en nuestro país, con un show que se inscribirá para siempre en nuestros corazones.

Por Héctor Muñoz Tapia

Veníamos esperándolos hace ya un cuarto de siglo. Sus canciones se convirtieron en parte de la columna vertebral de nuestra crianza musical en los 90 a punta de ganchos efectivos, melodías coreables en cualquier minuto y la irresistible capacidad de reírnos de nosotros mismos, tan en contraste con la tendencia de esa época. Y quizás se adelantar a su época, pero esos himnos nos han acompañado de toda la vida. Toda esa mezcla de sensaciones era tan solo la punta del iceberg que vivimos en la previa a ver a Weezer por primera vez a Chile. Ese primer saludo a la fanaticada local que estuvo en un poblado mas no repleto Movistar Arena esperando a que se concretara de una vez por todas el anhelado encuentro con la banda que comanda Rivers Cuomo. La misma de los videos con ingenio, la de los discos homónimos de colores, la que apostó por la guitarra como herramienta para descorchar melodías inscritas a fuego en nuestros corazones.

Y la cita con Weezer partió puntual, a las 21:30 hrs, con las luces apagadas y la felicidad del público manifestándose de forma material, concreta y papable. Y cómo no, si la primera canción que la banda desenfunda es nada menos que «Buddy Holly», ese single del “disco azul” de 1994 que nos hizo enamorarnos de ellos hace 25 años con ese clip a-la «Happy Days» en MTV y en Windows 95. Sí, Weezer es un ícono pop y lo abrazamos como tal con una versión que evidencia el oficio en vivo del grupo en carretera, con una versión fiel y por la cual parece no haber pasado el tiempo, una canción que convive de maravillas con «Beverly Hills» de «Make Believe» de 2005, una oda a la costa oeste coreada hasta arriba, y «(If You’re Wondering If I Want You to) I Want You To» de «Rattitude» de 2009, tres momentos que parecieran ser uno solo y en los que reconocemos a nuestros amigos en la cancha.

Pero la energía en el Movistar Arena encausa las vibras al querido disco azul, ese debut producido por el recientemente fallecido Ric Ocaseck de The Cars. Su presencia impregna “Surf Wax America” y los fanáticos lo agradecen y festejan justo antes de «Island In The Sun» del homónimo verde de 2001, uno de esos clásicos de siglo XXI que alcanza alturas impresionantes y en un registro diferente al de la grabación. Cuomo se nota entusiasta, saluda en perfecto español al público y parece un niño cumpliendo sus sueños de guitar hero haciendo los solos principales de casi todas las canciones. Y el buen gusto también, trayendo a colación el primero de 5 covers que Weezer se despachó en su debut en Chile con «Take On Me» de a-Ha, con una versión en vivo más poderosa que la correcta toma de «Teal Album», por supuesto otro homónimo, que lanzaron en enero de este año y que confirmó la vocación de la banda por pasarlo bien y estudiar de forma aplicada la canción popular.

«Perfect Situation» y «Holliday» dan paso a un «Happy Together” de The Turtles que convive de forma impecable con «Longview» de Green Day en el imaginario de Weezer, una pieza como la nuestra con CDs de os 60 y de las bandas que iban saliendo en los años en que fuimos adolescentes. Si «In The Garage», también del azul, trajo más coros de parte de los entusiastas en el recinto, «The End Of The Game» representó la pieza más nueva dentro del set, de un disco que recién saldrá en 2020, «Van Weezer», inspirado en Van halen tal como lo hace notar Rivers Cuomo haciendo tapping en su Gibson SG. Ni siquiera se alcanzó a pedir otra con la increíble «Undone – The Sweater Song» de ese debut que sigue conduciendo el show y otro guiño a los 90 con un cover con propiedad de «Lithium» de Nirvana.

No te das ni cuenta y el set ya se dirige hacia su parte final. Con Weezer el tiempo no avanza con joyas como «Hash Pipe», el primer single del álbum verde de 2001, que todos intentamos tocar en guitarra antes de descubrir que esas seis cuerdas están siempre afinadas medio tono más abajo del estándar. «My Name Is Jonas», con lo destartalada que arranca y lo épica que agarra, es quizás la mejor metáfora al revisar la trayectoria de la banda, una que queda aún más clara con «El Scorcho», del glorioso «Pinkerton» de 1996, un disco incomprendido en su momento que desde siempre ha sido una de sus obras maestras y casi una declaración de principios del grupo, ese mismo que comprendió el valor del viral antes de que estos fuesen una norma de la década con «Pork And Beans» del homónimo rojo de 2008, otra letra en donde renuevan sus votos con la canción y los ganchos con melodías, las propias y las de ídolos como Toto, con la popular rendición de «Africa» sellando poco más de una hora de show. Sí, una hora y fracción que parecieron 5 minutos.

El bis nos trae a “Buddy Holly” nuevamente, pero en clave Barbershop Quartet, tal como el sketch que hicieron con Jimmy Fallon en el Tonight Show a comienzos de este año, cual Borbotones riéndose de sí mismos en un momento para postal que trajo el quinto cover de la noche con «Paranoid» de Black Sabbath, vocación de rock clásico que esta vez cantó el guitarrista Brian Bell. Y el show podría haber seguido para siempre, pero una efusiva despedida y catarsis se desató con «Say It Ain’t So», también del revisitado disco azul, una producción perfecta que en vivo demostró su intrínseco valor de clásico inmortal.

Weezer nos emocionó de una manera que no nos tocó sentir hace u buen rato. Son tremendas canciones se hicieron muy pocas en tan solo una hora y 20 minutos de set. Himnos mezclados con covers y la sensación de que te daban y te quitaban con la misma frecuencia, la misma con la que Rivers Cuomo la pasó tan bien arriba del escenario como nosotros. Quién sabe, si hubiesen venido en los 90, quizás sería a ellos y no a Faith No More a quien idolatraríamos a nivel país. Pero ayer éramos muchos los felices de verlos al fin. Y deseando q no pase otro cuarto de siglo para que vuelvan.


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