MALDITO ROCK AND ROLL

Lenny Kravitz en Lollapalooza Chile: con gusto a poco y problemas que no deberían ocurrir

30 minutos de silencio producto de problemas técnicos influyeron, lamentablemente, en todo lo que restaba de una presentación que quizá tampoco nos hubiera deslumbrado. Pero no apunten todos los dardos a Lenny.

30 minutos de silencio producto de problemas técnicos influyeron, lamentablemente, en todo lo que restaba de una presentación que quizá tampoco nos hubiera deslumbrado. Pero no apunten todos los dardos a Lenny.

Por Iván RImasa

Foto: Lotus Producciones

Las fichas estaban puestas en Lenny Kravitz. Varias, de hecho. Nos gusta su música, y lo mismo piensa un porcentaje no menor de quienes fueron a la primera jornada de Lollapalooza. No habrá estado en la primera línea del cartel, pero aún desde la segunda era un plato importante.

El show partía y el sabor que dejaban los primeros segundos de música era bastante rico. Genial la elección de temas para abrir, genial la energía que se sentía desde el escenario y genial el sonido. En cuanto a mezcla, me atrevería a decir que era lo mejor del viernes – sonido prístino. Cosas al nivel de un show de Lenny Kravitz, al nivel de su banda y su trayectoria. Pero no duró mucho.

El sonido se cortaba, la música iba y volvía. Como que le pusieran “mute” a su tele, así de drástico. “Blackouts” sonoros que no pasaban piola y el público, en su derecho, se encargó de apuntarlos con pifias. Cuento corto, a eso de las 20:15 Kravitz anuncia que van a parar “un rato” por “problemas técnicos”. El rato terminó durando unos 30 minutos, y no fue la única pausa del show.

Silencio absoluto en la pareja de escenarios principales de Lolla Chile 2019, y se imaginarán los ánimos en el público. No faltaban los desconcertados, que “¿qué paso?” o “¿se canceló?”. Caras largas, similares a las que seguro tenían Lenny y sus compañeros. Lo digo porque se notó el cambio en los ánimos cuando retomaron el show. Aunque ideal hubiera sido que no se notara.

La cadencia que habían sentado los primeros -tartamudos- minutos de show nunca volvió a ser la misma. El ritmo se desinfló evidentemente después de la media hora en silencio. La banda perdió momentum.

Sí: el público apañaba con el mejor de los ánimos a un show que se reponía exitosamente de un bochorno digno de Kermesse escolar -cuyas responsabilidades no debemos achacarlas a la banda-, pero la onda no era la misma.

Lenny y sus músicos (entre los que se cuentan la bajista Gail Ann Dorsey, sesionista de trayectoria estelar y que tocó varios años con David Bowie) son artistas. Su pasión es su trabajo, y si sale mal es frustrante. Eso de “nervios de acero” a veces es más fácil decirlo que ponerlo en práctica, y sus ánimos estaban claramente más bajos cuando el show se reanudó.

Nunca sonaron mal, nunca perdieron la conexión con el público, pero sí sembraron dudas sobre cómo hubiera sido el show sin el inconveniente. Porque el set terminó sintiéndose apurado en algunos momentos -se dejaron fuera varias canciones del setlist original- y dubitativo en otros -hubo más pausas, aunque breves, producto de la contingencia-, dando como resultado un show que terminó redondo pero a duras penas.

¿Querías escuchar hitazos? Bacán, porque Kravitz se aseguró de tocar la mayoría. Pero el lente no debería estar puesto en el escenario, sino en los encargados de que la cosa marche bien.

Porque hubo problemas con The Strokes hace algunos años, ahora con Lenny Kravitz y quién sabe cuántos otros detalles pasan inadvertidos porque no ocurren en los escenarios grandes. Lollapalooza es un festival que ha cultivado un prestigio del que se vanagloria, y uno espera que todo salga bien. Lo de Liam Gallagher el año pasado es harina de otro costal, porque los traspiés que no hay que normalizar son esos cuando el problema escapa de las manos del artista: ahí es cuando realmente se deberían encender las alarmas.

No sé si nos perdimos un show estelar, pero lo que sí está claro es que no fuimos los únicos que pasamos un mal rato. A Lenny le pasó lo mismo, sólo que sobre un escenario, con guitarra en mano y frente a miles de personas.


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