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Una habitación oscura

Patricio Jara comenta «Tuo Da Gloriam Satan», nuevo disco de Execrator.

¿Cómo hacer para que un disco de death metal sea algo más que un discos de death metal? Cuando llevas más de veinte años tocando, sin duda que esta pregunta te la haces de manera inconsciente. Sobre todo si en el camino has aprendido, has acertado no pocas veces y también te has equivocado. De modo que la respuesta quizás no pasa por buscar aquella gran novedad que permita diferenciarte de la manada, sino echar mano al aprendizaje. Además de elegir muy bien a tus compañeros de banda.

La actual formación de Execrator es una suma de talentos de la que sólo se puede esperar algo bueno o, más bien, malignamente bueno: están las obsesiones sonoras que el guitarrista Julio Espinoza ha tenido desde los 15 años; el delirio creativo constante de Álvaro Lillo y la precisión milimétrica de Juan Pablo Donoso. Tres músicos con trayectoria, tipos secos en lo que hacen y que no necesitan probar nada a nadie. De modo que Tuo da gloriam Satan (Australis) es un disco de nueve temas que se permite cosas y no es fácil asegurar que se trate, en rigor, de un disco cien por ciento death metal  a la manera que lo podemos sospechar: en muchos pasajes, y para bien, lo que hay no es sino thrash metal brutalizado, reconstruido y sin prejuicios.

Tuo da gloriam Satan trae un mensaje evidente: dos décadas después de la aparición del demo Non Nobis, la banda vuelve a la frase y trastoca su final: si al comienzo la idea era citar el “Non nobis Domine, non nobis, sed Nomine Tuo da Gloriam” (“No para nosotros, Señor, sino para la gloria de tu nombre”), ahora el título del disco propone, con la misma idea, otra cosa bastante más oscura. Y aquello se hace evidente desde el cuidado trabajo de arte y diseño, además del inusual formato que soporta al compacto. Un acierto.

Execrator trae de vuelta riffs pegajosos, a ratos muy pegajosos y acompañados por solos de guitarra expresivos, con harta palanca de vibrato y pasajes de blast beat demoledores en los momentos justos y en las dosis adecuadas. El trabajo de Álvaro Lillo es manifiesto y se advierten los cuidados que tuvo la producción en particular el juego de voces: porque el espíritu de la banda está justamente allí, en su capacidad para crear y ofrecer en cada tema una tonalidad diferente: desde el fervor de “Your God is a Lie” y “Altar of Burning Flesh” hasta las reverberaciones black metal que marcan “Delirium”, probablemente los temas donde más encontramos el impulso con que fue hecho este muy buen disco.


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