PALABRAS SACAN PALABRAS

El salto de Tomás González

Editorial de Freddy Stock, lunes 06 de agosto.

De alguna forma, todos estuvimos en ese salto.

Era el segundo brinco de Tomás González, el que definía si subía o no al podio de las medallas. Al final, el jurado lo dejó cuarto pero, aún así, González nos conectó a todos con la alegría del triunfo y ese sabor extraño que es el de la hazaña compartida.

Tomás González tiene el carisma de hacernos sentir, aunque sea por unos segundos,  como un país único, indivisible. Por un momento, en esos instantes suspendidos en el aire, vibramos todos juntos en el engrudo nacional, en el chovinismo que hace bien. Que nos hace tan bien de vez en cuando.

Empatizamos con Tomás González porque conocemos su historia de esfuerzo. Supimos de todos los conflictos que superó para ser el primer gimnasta chileno que compite en los Juegos Olímpicos. Recordamos la previa de los pasados, en Beijing 2008, cuando el gimnasta chileno acusó una negligencia de su Federación al no pedirle una wild card para estar presente. Y dijo: «Si mis dirigentes hubiesen querido que fuera a los Juegos, habría estado».

Luego, le remataron los implementos de la Federación de Gimnasia por una deuda de 20 millones de pesos  y al año siguiente, «por olvido», no fue inscrito como correspondía en el Mundial de Stuttgart. Pero siguió adelante, esta vez sin la Federación pero con la ayuda de Leonardo Farkas.

Aún así, Tomás González no ocultó el orgullo de representar al país y de habernos hecho sentir, por esos enormes segundos, que cabíamos todos bajo una misma bandera.


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