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Stewart Copeland en Chile: más que la suma de las partes

El baterista de The Police trajo su show Police Deranged For Orchestra al escenario del Teatro Municipal, así se vivió.

Stewart Copeland Kena Luppichini
Kena Luppichini

The Police se separó por segunda vez en 2008 y por más que millones de fans alrededor del mundo sueñan con otra reunión para una de las bandas más exitosas e influyentes de la música popular, no parece que eso vaya a ocurrir. Lo que queda es la maestría de sus integrantes por separado: Sting ha venido varias veces (la última en febrero de este año), Andy Summers ha hecho lo propio con su grupo Call The Police (en 2024 fue la última visita) y nos faltaba volver a ver al baterista Stewart Copeland.

La ocasión se dio este lunes 15 de diciembre con su gira Police Deranged For Orchestra, un ejercicio de deconstrucción y transformación de algunas de las grandes canciones de la banda, a nuevos formatos que cruzan el rock con lo orquestal y otros elementos, en un show que no se puede definir como plenamente sinfónico ni plenamente rockero. Es simplemente la genialidad de Copeland puesta en un show a su medida, donde deja que la música fluya en todas sus formas y se aprecie por qué es uno de los grandes músicos del último siglo.

El escenario del Teatro Municipal de Santiago fue el que recibió el espectáculo, agotado hace tiempo. En él se desplegaron: Stewart Copeland al lado derecho, con la batería puesta de manera lateral mirando hacia el otro lado, donde estaba la Orquesta de Cámara de Santiago dirigida por el argentino Nico Sorín, además del coro de tres cantantes. Al medio de ambas partes, el grupo argentino Eruca Sativa, invitados especiales a esta aventura sonora: Lula Bertoldi (guitarra), Brenda Martin (bajo) y Gabriel Pedernera (batería, reemplazando a Copeland en algunos momentos del show). Estas cuatro partes fueron las que se amalgamaron para un viaje único por la música de The Police como nunca se había escuchado antes.

La idea de estos derangements (alteraciones) para las canciones de The Police fue tomando forma desde hace años y tal como explicó el mismo Copeland, toma distintas expresiones: hay canciones que no se pueden alterar mucho, son como diamantes que no se pueden cortar; y otras sí se transforman mucho, al punto que al principio había que hacer un esfuerzo para reconocerlas.

El set partió bien arriba con “Demolition man” y fueron pasando “King of pain” y “Roxanne” (esta es una de las más transformadas), que marcaron el primer tramo del show. Entre canción y canción, Copeland luce sus dotes de showman animando a la concurrencia mostrando un espíritu tremendamente jovial. 

Más canciones fueron pasando en alucinantes versiones: “Murder by numbers”, “Spirits in the material world”, “One world is enough” y “Walking on the moon”, después de la cual se animó a subirse al podio y dirigir a la orquesta. Al estilo Copeland y al estilo Deranged: rompiendo los protocolos y chasconeando un escenario y una instancia que se presta para algo más formal. Pero esto es un viaje a la cabeza de Copeland y ahí todo se vive de manera distinta.

Después de la inmortal “Every breath you take” y luego Copeland vuelve a salir de la batería, esta vez para tomar la guitarra y encabezar una electrizante jam antes de descargar “The bed is too big without you”. 

Vuelta a la batería para la última parte con “Don’t stand so close to me”, “Message in a bottle”, “Can’t stand losing you”. Y ceder un espacio para que las chicas de Eruca Sativa toquen un tema de ellas, “Magoo”, apoyándolas en la guitarra. Hay que decir que el grupo argentino es uno de los puntos destacados de todo el show. Lo mismo las tres coristas, que con sus grandes voces dan una dimensión distinta a las canciones que conocemos de toda la vida.

El cierre fue con “Every little thing she does is magic”, una de las canciones más lucidas de la carrera de Copeland, baterísticamente hablando. Y vino con sorpresa: un corte de luz que afectó a gran parte de la comuna de Santiago Centro, con el Teatro Municipal incluido, que pilló a la canción a la mitad. Pero no amilanó a Stewart Copeland, que siguió tocando su batería y fue acomp4ñado espontáneamente por el público del teatro, cantando a capella y dando un momento mágico. A pesar de lo accidentado fue casi un final mejor que si hubiera sido en condiciones normales.

Se coronó así una jornada llena de emociones y excelencia, donde Copeland juntó distintos elementos: las canciones de The Police, una orquesta de cámara, un coro espectacular, un grupo de rock y su propia inventiva. Al final todos se potenciaron, el resultado es un trayecto que recorre el rock, lo orquestal, el jazz, el reggae y otros ritmos y sensaciones. Los que estuvieron presentes fueron afortunados de vivir algo así. Esperamos que no sea la última vez, porque felices recibimos otra dosis de esta fusión.


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