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Rob Reiner y Spinal Tap: Gracias por todo, perdón por tan poco

A días del triste fallecimiento de Rob y Michele Reiner, recordamos la obra del cineasta a partir de This Is: Spinal Tap.

Nicolás Merino |

Spinal Tap

Spinal Tap

Pocos fallecimientos de aportadores a la cultura son tan tristes como esos cuya cobertura en la prensa empieza a llegar por goteras. Fue el caso de Rob y Michele Reiner. Director y fotógrafa. La noticia partió con que se habían encontrado dos cuerpos en su mansión. Efectivamente eran ellos. Todo empeoró cuando apareció el principal sospechoso del asesinato: su hijo.

Pocos directores pueden hacer gala no solo de tamaño nivel cinematográfico como el de Reiner, sino que, aún más paradójico, de su nivel de humildad y cautela para expresarse como artista. No tenía mayores pretensiones, pero sus resultados si eran de pretensiones que no solo eran tal, sino que además se aterrizaban en grandes películas que terminaron determinando géneros. Princess Bride lo hizo con las historias fantásticas, Stand By Me con el denominado coming of age y, quizá la más importante y la más lejana al promedio de sus búsquedas y obsesiones: When Harry Met Sally, que no solo redefinió las comedias románticas para siempre, sino que además las pautó. Si una comedia romántica salió después de 1989, en esencia, es When Harry Met Sally.

El lenguaje de Spinal Tap

Incluso las excepciones de cinismo en comedia televisiva se pueden atribuir a Reiner. Ya llegaremos a eso, pero es que una de sus más grandes películas no mencionadas anteriormente es This Is: Spinal Tap, un documental falso que sigue a la banda ficticia Spinal Tap. Es una soberana ridiculez. No la película, sino la situación. En esencia, Spinal Tap es una banda del denominado “heavy rock”, entendiéndolo como ese punto medio entre el rock de fines de los setenta y el metal, donde entran discos selectivos de bandas como Motörhead, Rainbow o Riot. Pero ni Reiner (ni la banda) se detienen en ese aspecto. No es que importe la música, importa el ridículo.

Es interesante lo que expresa el documental sobre el rock y el carácter performativo de este mismo. También sobre lo vacías que pueden llegar a ser algunas canciones. Por no decir discos completos. Y eso sin siquiera considerar todo el valor en la forma: el lenguaje cinematográfico. Si no fuese por This Is: Spinal Tap no existiría, por ejemplo, What We Do In The Shadows. Un documental falso que, reconozcámoslo, tiene un nivel de cine considerablemente menor que el de la película de Reiner.

Y no digamos que el mundo del documental falso es ajeno a la alta alcurnia cinematográfica. Sin ir mucho más lejos, este año también fue el triste fallecimiento de Peter Watkins, a quien realmente se le atribuye haber “inventado” el falso documental y, además y por cierto, tomando temas un tanto más serios que las bandas de rock, como la guerra nuclear. También se da el caso particular chileno de ser el año de la exitosa película nacional Denominación De Origen. Un clásico instantáneo que incluso juega con las reglas que delimitan la ficción y la no ficción.

Las lecciones de Spinal Tap

This Is: Spinal Tap se estrenó en el auge de bandas que no eran necesariamente demasiado distantes a este prototipo de parodia. Aunque quizá el éxito les ganó y fue algo contraproducente. Después del estreno de la película, Spinal Tap empezó a tocar en conciertos que no necesariamente se condicen con un espectáculo teatral de comedia. Más bien con un concierto de rock convencional cuyos pecados se esconden en los detalles más sensibles y pequeños. Son canciones ridículas, sí, pero hay que darles una vuelta para definir el por qué.

Este año, unos meses antes del fallecimiento de Reiner, alcanzó a estrenar una desapercibida secuela de This Is: Spinal Tap. La producción incluso logró dar con cuñas de gente como Paul McCartney. No pasó mucho.

Hay que agregar que, durante los ochenta, Reiner nunca estuvo amparado por ningún grupo de privilegio como los del círculo de Steven Spielberg, por ejemplo (hablando de Estados Unidos), que eran varios. Iba por su lado y hacía lo que podía. Y siguió asío hasta mucho después. Curiosamente lo hacía mejor que varios más El adaptó Cuestión De Honor, escrita por Aaron Sorkin mucho antes de que Sorkin fuera una estrella del lápiz. Incluso lo hizo antes de que Sorkin entrara a Hollywood. Luego nunca volvieron a trabajar juntos. Es el pago con el que se fue Reiner.

Solo queda en el resto del mundo la decisión de recordarlo como merece.

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