El 2025, como cualquier otro año hace ya más de un siglo, dejó películas. Grandes películas. Gente que toma el lenguaje audiovisual o narrativo (o ambos) y da con ideas nuevas, distintivas, aportadoras y disruptivas. Algunas veces más que otras. Y definitivamente algunas películas más que otras.
Esta selección de Futuro pretende dar cuenta de los máximos exponentes cinematográficos del año. Diez realizadores, diez películas, diez visiones de mundo. Hubo algunas células temáticas y proyecciones compartidas, como la de mirar la década cinematográfica estadounidense de los setenta o la de elevar sistemas de distribución y producción cada vez más anti intuitivos con tal de que las películas lleguen a hacerse. Esta lista pretende dar cuenta de esas realidades a través de la mejor selección posible.
10. Sirat (Oliver Laxe)
Padre y hermano buscan a una adolescente desaparecida en el desierto español. Parece otra película más que, nuevamente, es espiritualmente The Searchers, de John Ford. Como tantas otras buenas películas. Eso sí, pocas de ese listado cuentan con el desorden y la ambición documental del filme de Laxe. Los protagonistas habitan un mundo rodeado de ravers, tan dejados a su suerte como podrían ser los personajes de Mad Max. O quizá dejados al lujo que les permite el primer mundo: vivir así. Sirat es una lectura de la Europa contemporánea aplicada a una aventura B.
9. Eddington (Ari Aster)
La primera cinta de Aster que no califica como película de terror. La que más terror produce. Eddington es una superposición de infiernos políticos y humanos. Ambientada en un pueblo ficticio próximo a Nashville en pleno auge de la pandemia del Covid-19, Aster toma un esquema de sátira política para echarle una tonelada de cinismo encima. Una película necesaria para que Estados Unidos se mire al espejo y se abra un diálogo a nivel mundial. Una de las películas más aportadoras fuera de su realidad estrictamente cinematográfica del año.
8. 28 Years Later (Danny Boyle)
Sí, 28 Years Later ofrece ser una secuela de una gran película y con el equipo original. No solo lo ofrece, además lo cumple. Mismo patrón con las implicancias de ser un producto de autor que cruce terror con acción en las manos de gente talentosa y curiosa artísticamente. Eso esta. Lo realmente sorpresivo es el factor de ciencia ficción que empuja la historia a avanzar. No necesariamente la historia del virus ni de los personajes, sino más bien la del nuevo modelo de mundo. Ese del que quizá podemos aprender.
7. Mickey 17 (Bong Joon-ho)
Cuando la atención está sobre los autores, el punto no es la película con la que se ganan el Oscar, sino aquella que hacen con ese prestigio. Mickey 17 está muy lejos de ser Parasite o la continuación espiritual de esta. No así de ser una firma de Joon-ho con todas las de la ley. Cacharrienta como las producciones de la época de The Host o Snowpiercer y dotada de una construcción de mundo que deja tácitas lecciones a otras superproducciones, Mickey 17 es una fantasía a la antigua, como las que ya no se ven. Pero en la clave de una agilidad contemporánea sin pares.
6. Sinners (Ryan Coogler)
En un mundo donde los mitos parecen estar para ser revisitados y redescubiertos, es inédito que una trama los tome en su estado de materia prima para hacerlos avanzar. Aún manteniendo cierto esquema narrativo -netamente de libreto- que no es exclusivamente propio de Coogler, no se puede negar que lo que hace con los vampiros en su calidad de mito es antes creativo y propositivo que anclado a las insistentes relecturas o reinterpretaciones que radican en el maro estilo.
5. Sorry, Baby (Eva Victor)
El estudio de personaje estadounidense definitivo de los últimos diez años, fácil. Y sí, por sobre cualquier coming of age adulto. No es que Víctor no camine por el mismo camino temático, pero hay una distinción radical cuando la lupa está puesta encima de la disección antes que la figura del adulto contra el umbral del futuro. Naturalmente, el referente obligatorio de Sorry, Baby vendría siendo Fleabag, de Phoebe Walter Bridge. Bueno, lo de Vitor solo hace crecer el material. Y eso no es poco decir. De hecho, puede parecer demasiado, pero no lo es.
4. It Was Just An Accident (Jafar Panahi)
Filmada sin permiso en Irán. Amparada por el financiamiento de una productora francesa. Ganadora de la Palma de Oro en Cannes. Otra firma autoral de Panahi. Un thriller sobre la venganza, la memoria, la historia de un país, la justicia que recae en manos de entes sin agencia institucional y, como buen thriller, los dilemas morales propios de noir y el far west. Como una buena fotografía, conversa sobre la realidad de Irán y la condición humana de los iranís. Necesaria. Absolutamente necesaria.
3. Un Poeta (Simón Mesa Soto)
Pocas, sino ninguna otra cinta del 2025, alcanza las cumbres emocionales que enhebra la última producción de Mesa. La teja. La cuida. La usa en contra del espectador cuando es necesario. En esencia, la trama sigue las cuantiosas capas de desesperaciones y frustraciones por las que pasa el poeta desesperado y frustrado poeta Óscar Restrepo en un momento de su vida en el que se encuentra con una pequeña luz de esperanza.
2. One Battle After Another (Paul Thomas Anderson)
En el marco de una adaptación -no tan libre como se dice- de la novela Vineland, de Thomas Pynchon, Anderson toma la historia original de un ex hippie y forja la historia de un ex revolucionario estadounidense. Una versión en su propio lenguaje de Running On Empty, de Sidney Lumet. Más adrenalina. Más giros. Cualquier película de Paul Thomas Anderson da fe de uno de los mejores guiones del año, una de las mejores direcciones del año y algunas de las mejores actuaciones del año.
1. Denominación de Origen (Tomás Alzamora)
Ningún estreno en todo el mundo ofrece un crossover de lenguajes cinematográfico tan paradigmático y aportador como lo fue Denominación de Origen para el 2025. Lo que en la superficie parece un documental falso sobre un grupo de chilenos que intenta conseguirle una Denominación de Origen a las longanizas de San Carlos es en realidad una radiografía sobre el esfuerzo, las fuerzas contrarias, la identidad y la búsqueda de un propósito colectivo.
