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A cinco años de «McCartney III», o cómo Paul McCartney volvió al silencio para decirlo todo

Lanzado el 18 de diciembre de 2020, es uno de los discos más íntimos y significativos de Macca: una obra nacida del aislamiento que resignificó su legado y su relación con el tiempo, la música y la memoria.

Paul Mccartney 2020 Guitarras Web

Cuando «McCartney III» salió el 18 de diciembre de 2020, el mundo estaba en pausa. Las giras se habían cancelado, los escenarios estaban vacíos y la música —como muchas otras cosas— se había refugiado en espacios pequeños y personales. En ese contexto, Paul McCartney volvió a hacer lo que suele hacer cuando nadie lo observa: quedarse en casa con sus instrumentos, grabar sin presiones y dejar que las canciones aparezcan de forma natural. Cinco años después, el álbum no solo envejeció bien: sigue conversando con el tiempo y transformándolo en inspiración.

La idea de «McCartney III» surgió casi sin intención. Sin planes claros, sin productores ni fechas límite, McCartney empezó a grabar ideas nuevas en su estudio casero durante el encierro. El gesto recuerda a «McCartney» (1970) y «McCartney II» (1980), discos creados en momentos difíciles de su vida. Pero mientras aquellos trabajos respondían a crisis externas —el fin de The Beatles o el desgaste de Wings—, «McCartney II»I se siente más como una pausa elegida: un músico cercano a los 80 años preguntándose qué queda cuando todo se calma.

Desde el inicio con “Long Tailed Winter Bird”, el disco deja claro que no busca competir con nadie. Es un tema instrumental que crece poco a poco, como si McCartney estuviera probando el terreno antes de hablar. No hay apuro ni necesidad de impresionar. El álbum avanza con la tranquilidad de alguien que ya no tiene nada que probar, pero que aún siente curiosidad.

Uno de los mayores aciertos de «McCartney III» es su sinceridad sonora. McCartney toca casi todos los instrumentos, canta sin exagerar la corrección y deja pequeños errores que en otros discos habrían sido eliminados. “Pretty Boys”, por ejemplo, es una canción suave y nostálgica sobre la belleza y su paso con los años, sostenida por una voz frágil. En vez de ocultar el tiempo, McCartney lo muestra como parte del mensaje.

El disco también se conecta claramente con la naturaleza. “Find My Way” y “Deep Deep Feeling” —una de las canciones más largas de su carrera— avanzan como viajes emocionales que se construyen por capas. En especial, “Deep Deep Feeling” se destaca por su forma poco habitual y repetitiva, casi hipnótica. Es una canción que pide paciencia, pero ofrece una sensación de cercanía poco común en el pop actual.

Cinco años después, queda claro que «McCartney III» fue también una respuesta silenciosa al momento que se vivía. Sin mencionar la pandemia, el disco transmite soledad, reflexión y una calma algo inquietante. “When Winter Comes”, grabada originalmente en los años noventa y usada aquí como cierre, suena como un regreso al inicio: McCartney aceptando los ciclos y entendiendo que todo —las estaciones, las bandas, la vida— va y viene.

Con el paso del tiempo, el álbum ganó un valor que quizá no fue tan claro al principio. En 2020, muchos lo vieron como una rareza tardía dentro de una carrera enorme. Hoy, «McCartney III» se afirma como uno de los trabajos más sólidos de su etapa reciente. No busca éxitos ni popularidad inmediata. Es, más bien, un diario personal hecho música.

También tiene un peso simbólico importante. En una industria dominada por colaboraciones, algoritmos y lanzamientos rápidos, McCartney eligió lo contrario: grabar solo, sin apuro, y publicar un disco que pide atención. Esa decisión, viniendo de alguien de su tamaño, funciona casi como una declaración. La música, parece decir, todavía puede ser un lugar de refugio.

Cinco años después, «McCartney III» se escucha de otra manera. Ya no es solo “el disco de la pandemia”, sino el retrato de un artista en paz con su pasado y su presente. McCartney no intenta sonar joven ni moderno a la fuerza. Su actualidad está en otro lugar: en la libertad creativa, en la curiosidad intacta y en las ganas de seguir preguntándose cosas.

Visto en conjunto, el álbum recuerda algo simple pero esencial: incluso después de haber dicho casi todo, siempre queda algo más por decir. Solo hace falta bajar el ruido del mundo, tomar un instrumento y escuchar. «McCartney III» es eso: un disco que no grita, pero que sigue hablando, incluso cinco años después.


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