Hoy, 7 de noviembre, celebramos 44 años del lanzamiento de «Diary of a Madman», el segundo y monumental álbum en solitario de Ozzy Osbourne. Este disco, publicado en 1981, no solo consolidó la resurrección de Ozzy tras su salida de Black Sabbath. También se erigió como un monumento final a la genialidad del guitarrista que lo hizo posible: Randy Rhoads.
Si bien Blizzard of Ozz (1980) fue el debut explosivo, «Diary of a Madman» mostró una clara evolución, con composiciones más intrincadas y una producción más ambiciosa, manteniendo esa línea estilística de heavy metal fusionado con toques neoclásicos.
La consagración de la leyenda
Este LP es recordado por la potencia de riffs como «Over the Mountain» (que se abre con un grito antológico de Ozzy) y el himno fiestero «Flying High Again». Sin embargo, la verdadera magia radica en la forma en que el material evoluciona hacia la épica y la melancolía.
El álbum incluye piezas profundas y emotivas como «You Can’t Kill Rock and Roll» y la balada «Tonight», donde la voz de Ozzy se luce con una emotividad raramente vista. El cierre, «Diary of a Madman», es una obra maestra del metal sinfónico y progresivo. La canción se desliza desde una etérea introducción acústica y orquestal, hasta explotar en un riff de heavy metal dramático. Es una pieza que captura perfectamente el estado mental torturado que Ozzy buscaba proyectar en la portada.
Randy Rhoads: el genio que se despidió
El legado indiscutible de este álbum es ser el último trabajo de estudio grabado por Randy Rhoads. Procedente de Quiet Riot, Rhoads fue un prodigio. Combinó la agresividad del heavy metal con la técnica y sofisticación de la música clásica. En Diary of a Madman, su toque es más maduro. El álbum muestra a Rhoads en su faceta más sensible en las introducciones acústicas de temas como «You Can’t Kill Rock and Roll» y la propia pista titular.
Por otro lado, su estilo de guitarra, que se estaba gestando como base para el metal neoclásico, brilla en solos melódicos y veloces. Establece un nuevo estándar de virtuosidad en el hard rock de los ochenta. Lamentablemente, solo unos meses después del lanzamiento, el 19 de marzo de 1982, Randy Rhoads fallecería trágicamente en un accidente aéreo. «Diary of a Madman» no es solo un disco; es una reliquia. Es el testimonio inmutable de la química irrepetible entre el Ozzy Osbourne y un joven guitarrista. Su breve paso por el heavy metal reescribió el manual para siempre. Un álbum de estudio impecable que hoy, a 44 años, sigue siendo venerado como la última misa del hacha dorada.
