El 8 de octubre de 1965 marcó una noche inolvidable para quienes fueron testigos del encuentro entre The Florescents y The Castiles. Era una de esas pequeñas citas en la historia del rock que, con el tiempo, adquieren un brillo propio.
Hoy, cincuenta años después, la fecha se recuerda. No solo por aquel concierto, sino porque fue parte de los años formativos de un joven Bruce Springsteen. En esos días apenas comenzaba a descubrir el poder que tendría su voz y su pluma.
La banda que significó los orígenes de Bruce Springsteen
Antes de convertirse en «El Jefe», el cronista musical de los Estados Unidos, Bruce era un adolescente de Freehold, Nueva Jersey. Tenía una guitarra barata y una ambición inagotable. En 1965, cuando apenas tenía 15 años, se unió a The Castiles, una banda local formada por George Theiss, Bart Haynes, Frank Marziotti y Paul Popkin. Juntos comenzaron a presentarse en cafeterías, escuelas, clubes y pequeñas salas de la costa este. Interpretaban versiones de The Beatles, The Animals y otros iconos del rock británico. Mientras tanto, poco a poco Springsteen empezaba a mostrar su talento como compositor.
The Castiles fueron el primer gran laboratorio musical de Bruce. Allí aprendió lo que significaba tocar en vivo, liderar una banda y conectar con una audiencia. También fue su primer acercamiento a la grabación profesional. En 1966, el grupo registró un par de temas en un pequeño estudio de Bricktown, Nueva Jersey. Entre ellos estaban «Baby I» y «That’s What You Get». Allí el futuro «Boss» comenzaba a dar forma a su característico estilo entre el soul, el folk y el rock más enérgico.
Aunque The Castiles no alcanzaron la fama ni grabaron un álbum completo, su importancia dentro del camino de Springsteen es innegable. Fue en esos años cuando comenzó a forjar su identidad artística. Se convirtió en un músico profundamente comprometido con la narrativa de la clase trabajadora, el idealismo juvenil y la búsqueda de redención a través del rock.
Un paso que lo preparó para el estrellato
En retrospectiva, aquellos conciertos con The Castiles fueron el primer ladrillo de una carrera. Una década más tarde, alcanzaría su punto más alto con el lanzamiento de «Born To Run» (1975). Este disco lo consagró como símbolo de la cultura musical estadounidense.
Sesenta años después, aquel encuentro entre The Florescents y The Castiles resuena como un episodio fundacional del mito de Bruce Springsteen. Lo que en su momento fue una simple tocata local, hoy puede verse como el origen de una de las trayectorias más auténticas y conmovedoras del rock. En los escenarios humildes de Nueva Jersey, Bruce encontró su voz, su propósito y el pulso de una nación entera que acabaría cantando sus historias.
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