Se ha confirmado oficialmente que WrestleMania 43 se llevará a cabo en Arabia Saudita. Esto refuerza la ya estable relación comercial entre la WWE y el reino saudí. A primera vista, parece un movimiento lógico desde el punto de vista corporativo: nuevos mercados, grandes ingresos, visibilidad internacional.
Pero bajo ese brillo hay muchas aristas que preocupan. Para muchos aficionados y observadores dejan un sabor a concesión que va más allá del simple entretenimiento.
Limitaciones culturales y restricciones visibles
Una de las más evidentes es el cambio en cómo se permite presentarse a las luchadoras. En eventos de la WWE en Arabia Saudita, las mujeres han tenido que adaptar sus vestuarios para cumplir con normas de modestia. Por ejemplo, en shows previos, trajes «normales» de lucha libre han sido sustituidos por bodysuits de cuerpo completo. Esto incluye mangas largas, pantalones largos y ropa más tapada de lo habitual para ellas.
Aun cuando WWE ha intentado justificar estas modificaciones como parte del respeto cultural, la percepción general es distinta. Estas exigencias atentan contra la libertad de las luchadoras. Limitan cómo pueden expresarse en el ring visualmente. Es difícil separar la idea de que estas mujeres están siendo obligadas a producir una versión moderada de sí mismas. Esto se hace para encajar en expectativas culturales externas.
Derechos humanos, polémicas geopolíticas y reputación en riesgo
Otra gran preocupación tiene que ver con la reputación de Arabia Saudita en materia de derechos humanos. Son muchos los informes de organizaciones internacionales que señalan restricciones severas. Estas afectan a mujeres, personas LGBT+, la libertad de expresión y la opresión de disidencia política, etc. WWE ya ha sido criticada múltiples veces por «sportswashing». Se le acusa de usar su show para limpiar la imagen internacional de un país con antecedentes de abusos.
Además, Arabia Saudita es vecino de conflictos sensibles (como el israelí-palestino), lo que añade una capa de tensión. Realizar un show tan grande en una región de tanta inestabilidad política puede abrir la puerta a controversias. También boicots o acusaciones de complicidad por silencio. WWE, como empresa con audiencia global, no puede aislarse de la dimensión política de sus decisiones.
«Dinero bañado en sangre»: el debate ético
Para muchos fans y críticos, el problema no es solo cultural, es también ético. Se acusa a Arabia Saudita de utilizar contratos multimillonarios con empresas de entretenimiento para distraer la atención de abusos internos. También de perseguir opositores o disidentes, y de enriquecer a los que toman esas decisiones autoritarias. Cuando WWE acepta hacer WrestleMania allá, muchos ven que acepta participar o al menos ser cómplice pasiva de ese sistema. Reciben pagos que podrían venir acompañados de graves cuestionamientos morales.
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