En pleno auge del glam metal, un género que dominaba tanto las radios como MTV, Mötley Crüe lanzó Dr. Feelgood. Para muchos, este fue el momento en que la banda dejó de ser simplemente la cara peligrosa y fiestera de Los Ángeles para convertirse en el estandarte máximo del hard rock ochentero.
El disco debutó directamente en el número uno de Billboard, algo impensado años antes para un grupo que parecía estar más cerca de la autodestrucción que de la cima.
Supervivientes de sus propios excesos
La génesis de Dr. Feelgood no puede entenderse sin el oscuro contexto previo. En 1987, Nikki Sixx estuvo clínicamente muerto durante unos minutos tras una sobredosis. Vince Neil sobrevivía entre controversias legales y adicciones. Tommy Lee y Mick Mars también atravesaban sus propios infiernos personales. Fue entonces cuando la banda decidió entrar en rehabilitación y apostar por un renacer que debía reflejarse en su música. Ese cambio de enfoque permitió que Mötley Crüe llegara al estudio con una disciplina inédita hasta entonces.
El productor Bob Rock, que más tarde trabajaría con Metallica en su Black Album, fue clave para elevar el sonido de los Crüe. Su objetivo era claro: hacer que la banda sonara tan grande como la leyenda que habían construido con su estilo de vida. El resultado fue un álbum con un pulso demoledor, guitarras afiladas, baterías que parecían cañonazos y un bajo que no solo sostenía, sino que empujaba cada canción hacia adelante.
Canciones que definieron una era
El tema que da nombre al disco, «Dr. Feelgood», abrió el camino con un riff inolvidable y una letra que retrataba el lado oscuro del placer y la decadencia urbana. Luego llegaría la adrenalina pura de “Kickstart My Heart”, inspirada en la experiencia cercana a la muerte de Nikki Sixx. Un clásico que aún enciende multitudes.
Pero el álbum también mostró una faceta más melódica con «Without You«, una power ballad que conquistó al público mainstream y le dio al grupo un alcance que antes no había tenido. Canciones como «Same Ol’ Situation (S.O.S.)» y «Don’t Go Away Mad (Just Go Away)» consolidaron un tracklist sin fisuras, equilibrando himnos de estadio con la crudeza característica de la banda.
El último gran destello antes del cambio de era
Dr. Feelgood no solo fue un éxito de ventas (con más de seis millones de copias en Estados Unidos), sino que también representó el pico de popularidad de Mötley Crüe. Era la coronación de una década en la que pasaron de ser «los chicos malos de Sunset Strip» a reyes indiscutibles del rock global. La gira mundial que acompañó al disco fue un despliegue de exceso, producción y espectáculo que selló el mito.
Paradójicamente, mientras Dr. Feelgood consolidaba a Mötley Crüe, el movimiento grunge ya se gestaba en Seattle. Solo un par de años después, con la irrupción de Nirvana, Pearl Jam y Soundgarden, el glam metal comenzaría a ser visto como un exceso del pasado. Pero en 1989, Mötley Crüe estaba en la cúspide, y Dr. Feelgood era su bandera más alta.
Hoy, al mirar atrás, Dr. Feelgood se mantiene como el punto más alto de la discografía de Mötley Crüe. Un álbum que no solo sobrevivió al paso del tiempo, sino que se convirtió en un referente de todo lo que significó el hard rock de los ochenta. Excesivo, explosivo, pero también capaz de entregar canciones inmortales.
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