Gene Simmons, histórico bajista y cantante de Kiss, ha sorprendido recientemente. Confesó que uno de los mayores aprendizajes de su vida no vino de la fama, el dinero o los escenarios. Si no de la relación con Ozzy Osbourne.
Según Simmons, el legendario líder de Black Sabbath le mostró que la humildad puede convivir con la grandeza artística.
Ozzy Osbourne, «El Principe de la Humildad»
En conversación con el pódcast Fail Better, el músico recordó con emoción los muchos años en los que compartió con Ozzy. Lo conocía de cerca mucho antes de su fallecimiento en julio de este año. Simmons lo describe como un hombre excepcional, completamente distinto a la figura mediática que la industria ayudó a construir: «Era único. Ozzy no tenía un trato especial con nadie, no importaba si eras famoso o un vecino del barrio, siempre te recibía con un ‘hola, ¿cómo estás?’, como si te conociera de toda la vida».
Lo que más marcó a Simmons fue esa capacidad de Osbourne para borrar las barreras. El mundo del espectáculo suele levantar esas barreras entre artistas y personas comunes. «Me hizo darme cuenta de que, por más grande que uno se crea, lo importante es cómo tratas a los demás. Él no cambiaba su manera de ser dependiendo de quién estuviera al frente. Eso me golpeó fuerte», añadió.
El bajista también reconoció que, durante su trayectoria, el ego fue un compañero constante. La figura de The Demon en Kiss se convirtió en un símbolo de poder, exceso y desmesura. Simmons admite que más de una vez se dejó arrastrar por esa misma aura. Sin embargo, ver a Ozzy (el llamado Príncipe de las Tinieblas) mostrar ternura con sus fans o sencillez con sus colegas lo obligó a reflexionar. «Si alguien con el peso histórico y cultural de Ozzy podía mantenerse humilde, ¿qué excusa tenía yo para no hacerlo?», reflexionó.
Gene Simmons destacó también la dualidad de Osbourne: frente al público, una leyenda del heavy metal. Era capaz de encarnar la oscuridad, el exceso y la teatralidad. Detrás del escenario, era un hombre cálido, afectuoso y siempre dispuesto a escuchar. Esa contradicción aparente, según Simmons, era lo que lo hacía aún más grande: «No era solo el ícono, era la persona. Y esa persona era aún más especial que el personaje».
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