El 4 de septiembre de 2014 el mundo perdió a Gustavo Cerati, pero su legado permanece vibrante en cada nota, cada verso y cada atmósfera que construyó. A 11 años de su partida, su último álbum de estudio, Fuerza Natural, cobra un significado especial.
El álbum no solo fue un regreso triunfal a la experimentación sonora, sino también el trabajo con el que, en palabras del propio Cerati, se sentía listo para despedirse si la vida así lo decidía. Y así fue.
Un viaje hacia lo orgánico
Publicado el 1 de septiembre de 2009, Fuerza Natural marcó un giro respecto al costado electrónico y urbano de Ahí Vamos (2006). Aquí, Cerati exploró un sonido más cálido, terrenal y orgánico, atravesado por influencias folk, country y rock psicodélico. Con guitarras acústicas, pedal steel y arreglos orquestales, el disco dibuja un paisaje sonoro amplio, casi cinematográfico, que invita a dejarse llevar como si fuera un viaje por carretera.
El álbum abre con «Fuerza Natural», una declaración de principios que combina energía y espiritualidad. Luego aparecen piezas luminosas como «Magia» y «Déjà Vu», que se convirtieron en clásicos instantáneos gracias a su melancolía pop perfectamente equilibrada. Temas como «Rapto» o «Amor sin rodeos» muestran la faceta más intensa del disco, mientras que joyas como «Cactus» y «He visto a Lucy» revelan un costado íntimo, delicado y poético.
Lo más interesante de Fuerza Natural es cómo cada canción funciona como un fragmento de un mismo universo. Conectado por letras que hablan de amor, naturaleza, viajes y un estado de trascendencia que hoy resulta casi profético.
El adiós involuntario
En entrevistas, Cerati llegó a decir que si Fuerza Natural terminaba siendo su último trabajo, estaría satisfecho. Tras el accidente cerebrovascular que lo dejó en coma en mayo de 2010, y su partida definitiva el 4 de septiembre de 2014, esas palabras adquirieron un peso enorme. El disco, sin proponérselo, quedó como su despedida artística, un cierre lleno de belleza y plenitud.
Hoy, a 11 años de su ausencia, Fuerza Natural no solo es un álbum, sino un testamento creativo. Es la confirmación de que Gustavo Cerati se fue en lo más alto, dejando un legado que atraviesa generaciones y fronteras. Su último trabajo fue, en efecto, la despedida que él mismo había imaginado: un viaje sonoro hacia la eternidad.
