Eran un montón de canciones desperdigadas a lo largo de los años. Entonces, después de que terminó una residencia de la obra de Broadway que se basó en su disco American Utopia de 2017, el ex líder de Talking Heads, David Byrne, hoy de 71 años, comenzó a componer arreglos orquestales que les pudiesen acomodar.
Y así concibió, junto a la Ghost Train Orchestra, Who is this Sky (¿Quién es este cielo?), su nuevo disco, un juego de palabras que se confunde con Who is This Guy? (¿Quién es este tipo?), a partir de un motor de IA que no logró traducir correctamente una transcripción en su teléfono.
Se trata de un sello que no es casual. David Byrne agita el presente y lo ha hecho desde siempre, pero mucho más a partir de la disolución de su grupo Talking Heads. Enfrente del lucrativo negocio de las reuniones y la nostalgia. ‘Por mucho que quieras, no es posible recapturar lo que fue la magia de esos años’, expresó el cantante al posar brevemente con sus excompañeros para promocionar la versión remasterizada de la película Stop Making Sense, hito del art pop de los años ochenta, al tiempo que rechazó 80 millones de dólares para salir de tour.
La idea definitiva era proponer un camino artístico nuevo y no convertirse en un acto de legado, en una banda de viejos hits, en una reproducción predecible de esa magia que ya no va más. ‘Soy un fan de muchas bandas que ya no existen y lo lamento mucho, pero hay que seguir adelante’, le dijo a la revista Rolling Stone.
David Byrne y su nuevo disco «Who is the sky» por Patricio Cuevas
Entonces, ¿queda algo de ‘Love for Sale’, ‘Once in a Lifetime’ o ‘Psycho Killer’ en esta colección?
Se trata de un puñado de letras personales pasadas por el cedazo de la ironía, la sátira y el absurdo. Al concebirlas con una orquesta de la Costa Este, Byrne deja un poco atrás la apropiación de la world music a la que suele echar mano, y nos mete en composiciones de art pop y rock tradicional, con guiños a la interpretación teatral.
Todos estos ingredientes están cruzados por un elemento común: un desatado optimismo, porque Byrne sabe que el mundo de hoy necesita una pizca de ánimo para seguir adelante en tiempos turbulentos y confusos.
Junto a Haeley Williams (Paramore) desarrolla ‘What is the Reason For It?’, una historia vocal adornada con bronces medio rancheros, pero que no renuncia a ser una canción con tinte emo.
‘Everybody Laughs’, la canción que abre el disco y en que apenas se advierte la colaboración de St. Vincent, es una autoparodia real.
La expresión everybody es una muletilla de David Byrne, y por ahí parece que el disco fuera a ser un espejo, un ejercicio tardío de autoconocimiento.
Y mientras ‘When We Are Singing’ se acerca incluso a una línea de guitarra medio beatlesca y con cierto vuelo más serio, ‘The Truth’ tiene el aspecto de una canción de fogata que hubiese estado bien para Ricky Martin o Carlos Vives, pero que en el coro se apropia de lo latino con la comodidad que Byrne cura periódicamente sus playlists, que se pueden escuchar en su sitio personal.
No por nada, en paralelo, anunció públicamente que se casa con su novia, la empresaria Mala Gaonkar, con quien convive desde 2016, y compartió el playlist que tocará durante la cena: música instrumental con tintes latinos en su mayoría.
Eso es desparpajo, atrevimiento, el manifiesto de un hombre que renuncia a lo nostálgico y que llegó a una edad en que no importa qué opine el resto, aunque eso lo lleva consigo desde hace más
de 50 años.
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