Un 20 de agosto de 2008, Slipknot lanzó All Hope Is Gone, su cuarto álbum de estudio, un trabajo que marcó un antes y un después en la carrera de la banda.
A primera vista, el disco fue un éxito absoluto: debutó en el #1 del Billboard 200 y vendió más de 200 mil copias en su primera semana, convirtiéndose en su lanzamiento más exitoso hasta ese momento. Pero detrás de esas cifras había un disco lleno de tensiones internas, riesgos creativos y una profunda carga emocional que lo transformó en un hito dentro del legado del grupo:
¿Cómo se grabó All Hope is Gone?
La grabación del álbum tuvo lugar en el estudio Sound Farm en Jamaica, Iowa, muy cerca de la tierra natal de Slipknot. La elección no fue casual: la banda quería reconectar con sus raíces después de la vorágine que significó el éxito mundial de Iowa (2001) y Vol. 3: (The Subliminal Verses) (2004). Sin embargo, lo que comenzó como un intento de unidad terminó convirtiéndose en un periodo de grandes conflictos. Mientras Corey Taylor buscaba explorar una faceta más melódica y personal en las letras, Joey Jordison insistía en mantener el sonido brutal y técnico que los había hecho famosos. Por otro lado, Shawn Crahan (Clown) presionaba por incorporar más experimentación y atmósferas oscuras.
Pese a esas diferencias, lo que surgió fue un álbum que mostró a Slipknot en un punto de madurez artística. All Hope Is Gone es probablemente el trabajo más variado de su discografía: hay canciones de una violencia devastadora, como «Psychosocial», que se transformó rápidamente en un himno generacional, y al mismo tiempo hay momentos introspectivos y casi vulnerables como «Snuff», una de las baladas más desgarradoras del metal moderno.
La canción «Dead Memories» es otro de los puntos altos: una composición que refleja el peso del pasado y las cicatrices emocionales de Corey Taylor, con un enfoque más cercano al hard rock melódico que al nu metal clásico. En tanto, el tema «Sulfur» destacó por su energía visceral y su lírica existencial, convirtiéndose en uno de los favoritos en vivo. Incluso la propia canción que da nombre al álbum, «All Hope Is Gone», cerraba con una explosión de velocidad y agresión, recordando a los primeros Slipknot, pero con un sonido más refinado.
Un álbum que casi rompe a Slipknot
Un dato curioso es que este fue el último disco grabado con la formación clásica que incluía a Paul Gray (bajo) y Joey Jordison (batería). Con el paso del tiempo, eso convirtió al álbum en un documento histórico, una especie de despedida involuntaria de dos de los miembros más queridos y fundamentales de la banda. Tras la muerte de Gray en 2010 y la salida (y posterior fallecimiento) de Jordison en 2021, canciones como «Snuff» o «Dead Memories» adquirieron un significado aún más doloroso y especial para los fans.
El proceso creativo también dejó tensiones que casi rompen al grupo. Según entrevistas posteriores, Corey Taylor confesó que durante las sesiones hubo discusiones constantes e incluso momentos en los que pensó que Slipknot no sobreviviría como banda. Joey Jordison, en paralelo, declaró que quería que el disco fuese «el más rápido y agresivo que hubiésemos hecho», mientras que otros integrantes buscaban abrir espacio a nuevas sonoridades. Esa fricción, lejos de destruir la obra, la dotó de una energía cruda y contradictoria que sigue transmitiéndose en cada escucha.
Otro detalle interesante es que fue la primera vez que Slipknot trabajó con un productor diferente a Ross Robinson o Rick Rubin. En esta ocasión, el álbum fue producido por Dave Fortman, conocido por sus trabajos con Evanescence y Mudvayne. Su enfoque ayudó a pulir las capas más melódicas sin perder la esencia brutal de la banda, logrando un balance que amplió la audiencia de Slipknot y les permitió conquistar tanto a los fans más extremos como a nuevos oyentes.
Su legado después de 17 años
A pesar de que en su lanzamiento algunos críticos lo catalogaron como «menos violento» que Iowa o «menos innovador» que Vol. 3, con el tiempo All Hope Is Gone ha ganado un lugar especial dentro del catálogo de la banda. Es un disco que refleja perfectamente la dualidad de Slipknot: caos y vulnerabilidad, furia y sensibilidad. Su influencia es evidente en muchas bandas de metal de la década siguiente, que tomaron inspiración en esa mezcla de brutalidad y melodía.
Hoy, a 17 años de su estreno, el álbum se escucha como una cápsula del tiempo. Escuchar «Psychosocial» es revivir uno de los riffs más icónicos de la década de los 2000; poner «Snuff» es enfrentarse a una confesión emocional que sigue calando hondo; y disfrutar de «Sulfur» o «All Hope Is Gone» es recordar a la banda en su estado más explosivo. Este disco no solo consolidó a Slipknot como una de las fuerzas más importantes del metal, sino que también dejó un testimonio imborrable del talento y la pasión de una formación irrepetible.
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