El 12 de agosto de 1988 se estrenó en Estados Unidos «La última tentación de Cristo», una de las películas más controversiales de la historia del cine y, sin duda, la más polémica de la carrera de Martin Scorsese.
Basada en la novela homónima del escritor griego Nikos Kazantzakis, publicada en 1955, y adaptada por Paul Schrader, la cinta presentaba un retrato profundamente humano de Jesús, explorando sus dudas, miedos, tentaciones y conflictos internos, alejándose de la representación tradicional que dominaba el cine religioso hasta entonces:
Una producción ambiciosa
Scorsese había intentado llevar esta historia a la pantalla desde principios de los años 80. Su interés no provenía de la provocación gratuita, sino de una inquietud espiritual y artística que buscaba mostrar a un Jesús cercano y vulnerable. En 1983, Paramount Pictures inició la preproducción con Aidan Quinn como Jesús, Sting como Poncio Pilatos y Barbara Hershey como María Magdalena. Sin embargo, tras presiones de grupos religiosos y preocupaciones internas por el tono del proyecto, el estudio canceló la filmación apenas unas semanas antes de iniciar el rodaje.
El director no abandonó la idea. A mediados de los 80, Universal Pictures decidió apostar por la cinta, aunque con un presupuesto modesto y un elenco diferente. Willem Dafoe asumió el papel de Jesús, Harvey Keitel interpretó a Judas Iscariote y Barbara Hershey retomó el rol de María Magdalena. Rodada en Marruecos con recursos limitados, el proceso estuvo marcado por un ritmo de trabajo intenso y el desafío de recrear una historia bíblica con un enfoque intimista y casi artesanal.
La polémica comienza a materializarse
La polémica comenzó incluso antes del estreno. Grupos religiosos denunciaron la película por considerarla blasfema, especialmente debido a la secuencia en la que Jesús, en un momento de agonía en la cruz, imagina una vida terrenal en la que se casa y tiene hijos. En varias ciudades, manifestantes se congregaron frente a los cines, algunos exhibidores se negaron a proyectarla y países como Grecia, Turquía y Chile la prohibieron. En París, se interrumpió la proyección, debido a un ataque con bombas incendiarias.
Por parte de la crítica, las reacciones fueron polarizadas. Algunos medios, como The New York Times, destacaron la valentía de Scorsese para abordar el material con seriedad y sin cinismo. Mientras que otros la tacharon de innecesariamente provocadora. Pese a las controversias, Scorsese recibió una nominación al Óscar a Mejor Director, y con el tiempo la película fue reivindicada como una obra de gran profundidad espiritual.
Hoy, 37 años después, La última tentación de Cristo se considera como un hito del cine que desafía convenciones religiosas y cinematográficas. Su legado reside no solo en la controversia que desató, sino en haber abierto un espacio de reflexión sobre la naturaleza humana de Jesús y sobre el derecho del arte a reinterpretar los relatos sagrados. Más que un escándalo, fue una declaración de que el cine puede ser un acto de búsqueda personal. Incluso cuando el precio es la incomodidad del espectador.
