Hay fechas que no necesitan fuegos artificiales para convertirse en historia. El 26 de agosto de 2003 es una de ellas. Ese día, la influyente revista Rolling Stone publicó su icónica lista “Los 100 mejores guitarristas de todos los tiempos”, y en el trono, sin discusión, apareció un nombre que parecía inevitable: Jimi Hendrix.
Han pasado más de dos décadas desde aquel reconocimiento, pero la decisión sigue teniendo la misma fuerza.
La génesis de una leyenda
James Marshall Hendrix, un joven nacido en Seattle, irrumpió en la escena musical de los sesenta como un cometa. Con su debut «Are You Experienced» en 1967, no solo sorprendió: incendió las reglas del blues y del rock, creando un sonido nunca antes escuchado. Distorsión, feedback, wah-wah, experimentación psicodélica… todo era nuevo, todo era Hendrix. Cada acorde parecía abrir una puerta hacia territorios inexplorados, y cada solo se sentía como una conversación entre el universo y la tierra.
A pesar de que su virtuosismo no era académico, este era instintivo. Tocar la guitarra detrás de la espalda, con los dientes, más que trucos, eran declaraciones de libertad. Con Jimi Hendrix, la guitarra dejó de ser un instrumento para convertirse en un ente vivo, un grito visceral de creatividad pura.
Una lista que lo inmortalizó
En 2003, cuando Rolling Stone reunió a críticos y músicos para crear la lista definitiva de los guitarristas más grandes, había muchos candidatos ilustres: Eric Clapton, Jimmy Page, Keith Richards, B.B. King, Eddie Van Halen. Sin embargo, todos coincidieron en algo: ninguno había transformado el lenguaje de la guitarra como lo hizo Hendrix.
Su impacto fue tan profundo que, pese a su muerte temprana en 1970, sus discos siguen sonando actuales, llenos de vida. Obras como «Axis: Bold as Love» y «Electric Ladyland» no solo fueron discos, fueron manifiestos sonoros que influenciaron generaciones enteras, desde el hard rock hasta el metal y el grunge.
Escuchar «Purple Haze», «Little Wing» o «Voodoo Child (Slight Return)» sigue siendo una experiencia casi religiosa. Cada nota parece desafiar la gravedad, como si Hendrix no tocara la guitarra, sino que la hiciera flotar en otra dimensión.
Como dijo el propio Hendrix: «La música no se detiene, continúa y continúa…». Hoy, su espíritu continúa guiando a generaciones de músicos que sueñan con alcanzar, aunque sea por un instante, la libertad absoluta que él encontró en seis cuerdas.
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