
A mediados de los 70, David Bowie estaba listo para retirarse de la música y buscaba un nuevo rumbo. Su cambio creativo llegó en el momento justo para el director Nicolas Roeg. Este, por entonces, buscaba a su protagonista para un futuro clásico de culto. «He dado en el clavo. Es un callejón sin salida y aburrido», dijo en 1975 encogiéndose de hombros. «No habrá más discos ni giras de rock ‘n’ roll de mi parte. Lo último que quiero es ser un maldito cantante de rock inútil».
El hastío de Bowie (y su creciente dependencia química) quedó patente en «Cracked Actor», un documental filmado durante su gira de 1974. Emitido en enero de 1975, mostraba a un Bowie demacrado y paranoico, lidiando con apatía con sus obligaciones profesionales, aparentemente al borde de un colapso. Incluso mientras disfrutaba de un inmenso éxito comercial con su LP «Diamond Dogs». Para Roeg, la miseria de Bowie parecía la combinación perfecta para su próxima película.
Titulado «The Man Who Fell to Earth», el proyecto de Roeg fue una adaptación de la novela de Walter Tevis de 1963 sobre un extraterrestre que se estrella en el planeta en busca de agua para su familia, donde su especie sufre una sequía. Para recaudar fondos para el viaje de regreso, utiliza tecnología alienígena para adinerarse como inventor. Lo que en realidad es solo el comienzo de un viaje surrealista hacia la autodestrucción y otros peligros.
Bowie no fue la primera persona en la que Roeg pensó para el proyecto. Originalmente se lo presentó a Peter O’Toole. Y tampoco fue la elección del estudio. De hecho, en cuanto los ejecutivos supieron que una estrella de rock había sido elegida para el papel que habían imaginado para Robert Redford, retiraron la financiación. Hay que reconocerle a Roeg que se mantuvo firme. «No quería un ‘actor'», dijo Roeg más tarde, explicando que buscaba a «alguien con la posibilidad de ser único».
Bowie, por su parte, si bien no era necesariamente actor, tenía experiencia frente a la cámara; y, en cualquier caso, sabía que la fe de Roeg en él no era infundada, aunque no se basara en la técnica tradicional. «Ser yo mismo, tal como era, era perfectamente adecuado para el papel», reflexionó Bowie años después. «No era de este mundo en ese momento».
El director y protagonista de «El hombre que cayó a la Tierra» resultó ser un buen complemento, pero muchos otros aspectos de la producción fueron mucho más complicados. Filmar en el desierto de Nuevo México causó problemas con las cámaras, un grupo de Ángeles del Infierno que acampaba cerca resultó poco servicial, y Bowie terminó perdiendo parte del rodaje tras vomitar por culpa de la mala leche. Cuando Paramount, la distribuidora de Roeg, vio el montaje final, supuestamente se negó a cumplir su contrato, insistiendo en que no había entregado la película que había prometido.
La crítica fue más benévola tras el estreno en cines de «El hombre que cayó a la Tierra» el 18 de marzo de 1976. Aunque la película distó mucho de ser un éxito rotundo, tanto a nivel de crítica como de público, atrajo a un público de culto que no hizo más que crecer con los años. Reeditada en varias ocasiones en vídeo doméstico, incluso regresó a los cines en 2011, y el propio Bowie retomó la historia años después, transformándola en un proyecto teatral al que tituló Lazarus.
¿Y qué hay de su retirada de la música con la que había amenazado en 1975? «No, no, no. Me encanta el rock & roll. Todo lo que he dicho sobre él en el pasado está mal», dijo Bowie entre risas en abril de 1976, tras el lanzamiento de su LP «Station to Station». «Me encanta. Me encanta porque está llena de mentiras. Nunca en mi vida he estado en un proyecto donde pudiera decir tantas mentiras y disfrutar tanto».