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Los Bunkers en el Estadio Nacional: La memoria es una bendición

El primero de los dos shows seguidos en el recinto de Ñuñoa trajo momentos emotivos y clásicos atemporales.

Los Bunkers Estadio Nacional
Ignacio Orrego

Los Bunkers querían darle el vamos a su regreso tocando en el Estadio Nacional. Esa era la idea que finalmente no pudo concretarse en marzo de 2023 por la no disponibilidad del recinto de Ñuñoa de cara a los Juegos Panamericanos. Y, a la larga, fue lo mejor que pudo pasarle a la banda penquista. Tras inaugurar la gira Ven Aquí con dos llenos en el Estadio Santa Laura y de hacer mas de 50 shows en Chile, Mexico, España y otras latitudes de Hispanoamérica, el broche de oro del recorrido tenía que ser en el lugar más grande. Ese que albergó dos conciertos de Los Prisioneros a fines de 2001. Y tuvieron que pasar poco más de 22 años para que otra banda chilena hiciera fiesta de doble fecha a tablero vuelto. Y vaya que la primera noche cumplió con todo eso y mucho más.

El turno de abrir los fuegos fue de Pedropiedra. Un amigo de Los Bunkers y músico de lujo con una extensa trayectoria, que con una banda de talentos como Jorge de la Selva, Leonardo Saavedra y Catalina Rojas, calentó motores en sus 45 minutos de set. La previa perfecta para recibir a Fabrizio Copano marcando otro hito histórico. Nada menos que la primera rutina de stand up en el Estadio Nacional. Instalándose en la pasarela por 15 minutos, logró que el público que ya empezaba a colmar los rincones del recinto lo escuchara con respeto y respondiera al humor.

Con una cuenta regresiva de cinco minutos y un Estadio Nacional repleto, Los Bunkers comenzaron su set a las 9 en punto. Y la canción de apertura fue «Ven Aquí», esa que le da nombre a esta gira de reencuentro. Pasaron a «Te Vistes y te Vas» y una de los primeros días, «Yo Sembré mis Penas de Amor en tu Jardín». La banda está impecable, como es su característica desde el comienzo. La dedicatoria de Francisco Durán a la gente que vino de regiones al Estadio Nacional sirve de intro para «Canción de Lejos». Le siguieron la reconocible lectura para «Quien Fuera» de Silvio Rodríguez y «Bajo los Árboles».

Una electrizante rendición de «Si Estas Pensando Mal de Mí» sirve de perfecto nexo para la poderosa interpretación de «Ahora que no Estas», con duelo de Les Paul de los hermanos Durán. Por cierto, en la batería está Cancamusa luciéndose como nunca. Su pulso aporta electricidad y groove en uno de los puntos más rockeros de la noche. Natalia Pérez cubre el puesto de Mauricio Basualto, a quien le dedican «La Velocidad de la Luz». Un repaso a «Rey», esa canción que fue el primer adelanto de «Noviembre», precedió a El Necio. Una gran lectura de hard rock para otro clásico de Silvio Rodríguez. Guitarras a tope y efectos psicodélicos para cerrar una primera parte perfecta. Y esto recién comenzaba.

Los Bunkers habían desaparecido del escenario. Finalmente, regresaron a la Escotilla número 8, parte del sitio de Estadio Nacional, Memoria Nacional. Usando ponchos y con guitarras acústicas, su versión de «La Exiliada del Sur» de Inti Illimani suena apropiada para la ocasión. Un emocionado Mauricio Durán se explaya sobre la importancia de la memoria antes de presentar «El Detenido». Una canción que ya tiene casi 25 años, y que, según uno de sus autores, «quizás fue escrita para ser tocada en este lugar». Junto con «Entre mis Brazos», sellaron una sección cargada de emotividad y que se sintió totalmente necesaria.

Otra sorpresa corrió por cuenta de 31 Minutos. El relleno de Guaripolo mientras la banda volvía al escenario fue el gancho Perfecto para «Una Nube Cuelga Sobre Mí» y los títeres en pleno cantando con Los Bunkers. Un recorrido donde del pasado se iba al presente ida y vuelta. Si “Las Cosas que Cambie y dejé por ti» nos remitía a Los Bunkers modelo 2002, «Noviembre» nos traía a la actualidad con arpegios de guitarra atemporales, donde los clásicos viven imperecederos y eternos, como la versión de «Ángel para un Final», escrita por Silvio Rodríguez y hecha propia por el quinteto, con luces de cada uno de los asistentes al concierto. Una bellísima postal con el Estadio Nacional completo iluminado por el público.

Pedropiedra volvió a subir am escenario para tocar teclado en «El Mismo Lugar». Y mientras avanzaba el set, llegaron más éxitos. «Miéntele» y «Nada Nuevo Bajo el Sol» seguían sonando frescas en manos de unos Bunkers con oficio, con un Álvaro López luciendo una estampa de frontman al máximo en Bailando Solo, cruzando riffs con pista de baile. Y para darle un buen cierre al bloque, «Miño». Esa que le gustó a Paul McCartney cuando la escuchó en el camarín del mismo Estadio Nacional al que hoy llegaba el grupo en gloria y majestad.

Pero aún quedaba una sorpresa y esa la trajo el bis con otro momento emotivo y el rescate del cover de «El Derecho de Vivir en Paz» de Victor Jara, un tema que no tocaban hace años, y que los acompañó de forma virtual el mismo cantautor en la pantalla. El legado del pasado que nunca deja de estar presente y que Los Bunkers conocen con detalle y minuciosidad, la misma con la que lograron un himno de la talla de «Canción para Mañana» y que en un Estadio Nacional al lleno cobra nuevo sentido. Himnos que se cantan con fuerza y que están en nuestra memoria colectiva.

«No Me Hables de Sufrir» y el broche de oro con «Llueve Sobre la Ciudad» enmarcaron la que es una noche que se inscribe en la historia. Tres horas de show, 33 canciones repasando toda su historia. Y la certeza de que la banda más importante del rock chileno del siglo XXI mantiene la llama viva. La curiosidad, la sapiencia, la melodía y un sentido de responsabilidad con la historia, la suya y la nuestra. De eso están hechos los clásicos eternos. Y Los Bunkers lo saben muy bien: la memoria es una bendición.


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