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Esta es la extraña historia de cómo Bart Simpson llegó a lo más alto de las listas musicales

El disco 'The Simpsons Sing the Blues' fue publicado hace 30 años en plena fiebre por la familia televisiva con colaboraciones de lujo (B.B. King o Michael Jackson) y un público muy concreto: ese que tardó lo mismo en convertirlo en un éxito que en olvidarlo.

Bart Simpson

El disco ‘The Simpsons Sing the Blues’ fue publicado hace 30 años en plena fiebre por la familia televisiva con colaboraciones de lujo (B.B. King o Michael Jackson) y un público muy concreto: ese que tardó lo mismo en convertirlo en un éxito que en olvidarlo.

Por ElPais.com

¿Necesitaba el mundo un disco cantado por los personajes de Los Simpson en 1990? Probablemente no: el merchandising nunca ha sido una necesidad imperiosa para nadie, pero durante el primer año de emisión de la serie (tras su estreno en diciembre de 1989) los ingresos estimados en merchandising fueron de 750 millones de dólares, según se reveló en el libro Simpsons Confidential. Se vendían chicles, botas, libretas, ropa interior, tazas, pósters, ambientadores, pasta y hamburguesas. Las camisetas con la cara de Bart se llegaron a vender, según las fuentes, desde 250.000 por semana a un millón por día. ¿Quién necesitaba un disco cantado por los personajes de Los Simpson? Para empezar, la productora Fox y su creador Matt Groening, que al año siguiente de la publicación del álbum The Simpsons sing the blues –en diciembre de 1990– entró en la lista Forbes de los creadores de entretenimiento más ricos del mundo.

Los noventa fueron unos tiempos extraños en los que la mercadotecnia alcanzó como nunca antes (y nunca después) el mercado musical. No solo era posible que cualquier famoso pudiese grabar un disco –de Silvio Berlusconi a Jesús Vázquez y de Naomi Campbell a Jesulín de Ubrique pasando por Estefanía de Mónaco– sino que también se publicaron (con éxito) discos de personajes que, por cantar, ni cantaban, y ni siquiera existían en el plano de lo real: la Barbie, Super Mario Bros o Sonic. En ese contexto delirante, el disco de Los Simpson resultaba de lo más legítimo: era la familia más querida y popular del planeta.

De hecho, la idea no fue de un oscuro consejo de empresarios ávidos de dinero, sino de un productor legendario: David Geffen, el hombre que levantó las carreras de los Eagles, Joni Mitchell, Bob Dylan o Tom Waits y que publicó el último disco de John Lennon, Double fantasy. Y todo surgió de una manera natural: Geffen se inspiró en el sexto episodio de la serie, El blues de la mona Lisa (Moaning Lisa originalmente en Estados Unidos), en el que Lisa supera su tristeza tocando el saxofón y compone una preciosa canción en la que se queja de su vida, de la escuela, de su padre y de su hermano. “James L. Brooks [productor de la serie] dijo: ‘Deberíamos hacer que todos cantasen canciones de blues, como hacen en ese episodio”, declaró Al Jean (guionista y productor de la serie) a la revista Complex en 2015. ¡Un disco de blues de Los Simpson! La idea era preciosa e incluso se mantuvo el título («Los Simpson canta blues»). Pero no iba a salir exactamente así y no todo iba a ser exactamente blues.

https://youtu.be/wdntmGp7lO4

Todos se pusieron de acuerdo: el disco, pese a ser de blues, tenía que ser divertido y tenía que hablar desde el corazón de esos personajes que habían conquistado a todo el mundo, de modo que los guionistas y hasta el creador, Matt Groening, se pusieron a escribir letras. Consiguieron a los mejores colaboradores: B.B. King toca la guitarra en Born under a bad sign, que “cantaba” Homer Simpson, David Johansen (de las New York Dolls) canta en School Day y Marcella Detroit, colaboradora habitual de Eric Clapton y entonces mitad de Shakespear’s Sister, hace coros en Deep, deep trouble.

Es precisamente Deep, deep trouble la canción que empezó a torcer el proyecto hacia otro lugar: no tenía nada de blues, era un rap con una moderna producción (para aquel entonces) de DJ Jazzy Jeff (el amigo de Will Smith en El príncipe de Bel Air y posteriormente socio musical en su proyecto DJ Jazz yJeff & the Fresh Prince) y resulta tan dispar con el resto del proyecto como lógica: al público principal del merchandising de Los Simpson, con edades comprendidas entre los 7 y los 17 años, les importaba un bledo el blues. Sin embargo, una canción donde Bart rapea sobre la base de uno de los productores de moda podía ser un éxito. “Originalmente, era un disco de blues. Pero en algún momento fue cambiando de color y ya no tuvo nada que ver”, se lamentó Bill Merryfield, el director de arte a cargo del proyecto.

El disco fue construido con una extraña superposición de papeles entre cantantes, actores, personajes, compositores y guionistas. La mencionada Deep, Deep Trouble, por ejemplo, era un rap escrito por el propio Matt Groening como si fuese Bart y cantado por Nancy Cartwright (que dobla a Bart en la versión original de la serie) imitando a su personaje. No era que los actores, que no eran cantantes profesionales, tuviesen que cantar, ¡sino que tenían que cantar mientras imitaban la voz de sus personajes! Para algunos fue más fácil que para otros. Harry Shearer, por ejemplo, que interpreta a varios personajes de la serie como el señor Burns o Ned Flanders, ya fue uno de los miembros de la banda ficticia Spinal Tap y venía curtido en esas lindes. Pero Julie Kavner (Marge) jamás había cantado y le costó más que a ningún otro miembro del reparto.

Deep, deep trouble, una canción dinámica, pegadiza y divertida, con raps, scratch –¡qué de moda estaba el scratch!– y vocales distorsionadas que sonaba como el futuro. Un sueño para la radiofórmula. Parecía la opción perfecta para ser el primer sencillo y dar el disco a conocer ante el gran público. Pero entonces, Michael Jackson llamó por teléfono.

“Fue él quien llamo y se ofreció”, recordó John Boylan, productor del disco, a Complex. “Y se trajo con él a un productor llamado Bryan Loren. Los dos habían escrito una canción basada en un baile que Michael se había inventado, llamado ‘el Bartman”. Jackson no quiso figurar en los créditos. Tampoco quiso nunca confirmar que fue él quien dobló a un personaje en el episodio Papá, loco de atar, actualmente censurado tras la emisión del documental Leaving Neverland y como ejemplo lamentable de la cultura de la cancelación. De modo que en los créditos oficiales del disco consta únicamente Bryan Loren como autor. La canción es tan Michael Jackson en su sonido y estructura y tan insistentemente se rumoreó durante el verano de 1990 en los medios que Jackson estaba componiendo una canción para Los Simpson que mucha gente pensó que Bryan Loren era un seudónimo de Michael Jackson. No lo era. Fue una canción compuesta a cuatro manos y con coros de Michael. Pero, con mucho humor, en los créditos del disco solo se lee: “Coros de Homer, Marge, Lisa y Maggie”.

La campaña mediática dio resultado. Publicado justo antes de Navidad en plena fiebre Simpson con un videoclip de más de cinco minutos de duración plagado de homenajes a Michael Jackson, el disco llegó al número 3 en Estados Unidos (donde vendió un millón de copias solo en su primera semana) y al 6 en Reino Unido. En ese país Do the Bartman, la canción escrita por Michael Jackson, llegó al número uno de sencillos. En España también fue un éxito enorme: llegó al dos, aunque sus jovencísimos fans españoles no entendieran absolutamente nada de la letra. Las críticas fueron salvajes, claro, (The New York Times lo situó en su lista de peores discos del año) y, echando la vista atrás, sus propios creadores han admitido que el disco no envejeció bien.

Escucharlo hoy es parecido a observar las llamas humeantes del Imperio romano: un producto rápido y caro, hecho en unos tiempos en los que todo parecía más fácil y listo para satisfacer inmediatamente al público masivo de un momento y un lugar muy concretos. Con la distancia parece obsoleto, absurdo, gratuito y mucho más interesante por su contexto cultural que por sí mismo. Vaya, todo eso que debería ser el pop en su sentido más puro.


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