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Nueve películas que ayudan a derribar el mito del amor romántico

Poliamor, flexisexualidad, relaciones abiertas, parejas híbridas… Igual 2020 es el momento de dejar de creer de una vez por toda en esa cosa llamada amor romántico. Es difícil. Son siglos de deformación emocional. Pero un maratón de estas películas puede ayudarte (y mucho) a renegar por siempre jamás.

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Poliamor, flexisexualidad, relaciones abiertas, parejas híbridas… Igual 2020 es el momento de dejar de creer de una vez por toda en esa cosa llamada amor romántico. Es difícil. Son siglos de deformación emocional. Pero un maratón de estas películas puede ayudarte (y mucho) a renegar por siempre jamás.

Por ElPais.com

1 de 9 /  NETWORK (Sidney Lumet, 1976) ¿Qué hace de Network, una visionaria película sobre la deriva de los medios de comunicación, en una obra maestra para dejar de creer en el romanticismo? Pues que tiene una conversación de pareja inolvidable por lo descarnada, honesta y civilizada. Una de esas en las que él (un talludito William Holden) le dice a su mujer (Beatrice Straight) que tiene un affaire con una ambiciosa joven (Faye Dunaway). Un clásico con frases tan crudas como: “No sé lo que siento, pero doy gracias de sentir algo”. Y ya de paso, se puede comprobar como Lumet vaticinó hace más de cuatro décadas todo lo malo que estaba por venir. Y no solo en el amor.

2 de 9 /  HEARTBURN (Mike Nichols, 1986). Que Mike Nichols (El graduado,  Conocimiento carnalCloser) no dejaba títere con cabeza es cosa sabida. Pero lo de Heartburn (aquí bautizada con el terrible y  premonitorio Se acabó el pastel) es otra dimensión en esto de desprenderse de una vez por todas del amor romántico. Nichols coge el escalpelo y disecciona toda esa violencia subterránea escondida en los aparentemente ineludibles rituales del apareamiento humano. A saber: casarse, comprarse una casa, tener hijos y persistir ciega y estúpidamente en el intento. O cómo la férrea monogamia puede destruirlo todo porque como bien le dice a la protagonista (Meryl Streep) su madre: “No hay nada que puedas hacer. Eres monógama. Te casaste con un cisne”.  El cisne es Jack Nicholson. Por si fuera poco, el guion es de Nora Ephron, el tema principal de Carly Simon y sale un jovencísimo Kevin Spacey.

3 de 9 /  EL COLECCIONISTA (William Wyler, 1965). A Freddie Clegg, un gris empleado de banca, le toca la lotería y no se le ocurre mejor idea que secuestrar a Miranda Grey (Samantha Eggar), una joven estudiante de arte por la que se siente atraído desde hace tiempo. A partir de ahí empieza un tenso y angustioso thriller psicológico. Pero ¿es Freddie Clegg (Terence Stamp) un perturbado que simplemente se ha enamorado o realmente uno puede acabar cometiendo atrocidades por conseguir ese trabalenguas consistente en que el objeto amado nos quiera como nosotros queremos que nos quiera? Porque, aunque el final de la película apunta en una dirección, quizás no sea necesario llegar a los extremos de Stamp para que esa cosa mal llamada amor nos gobierne y se traduzca en obsesión y posesión.

4 de 9 /  UNA MUJER PARA DOS (Ernst Lubitsch, 1933). Una mujer independiente (Miriam Hopkins) conoce a dos hombres (Gary Cooper y Frederich March) e inicia una relación con los dos. Sin prejuicios, ni moralinas. Incapaz de decidirse, se lo plantea a ambos. Y, entre los tres, deciden que una relación a tres es la solución. Si Lubitsch fue capaz de contar en 1933 una historia de poliamor, ¿de verdad tenemos que seguir en 2020 a vueltas con el amor romántico?

5 de 9 /    LANGOSTA (Yorgos Lanthimos, 2015). El miedo a estar solo. O el miedo a estar con alguien. O la esquizofrenia de los tiempos sentimentales en los que nos ha tocado vivir. Porque, ¿es la pareja es la menos mala de las organizaciones emocionales? O, por el contrario ¿hay que cagarse definitivamente y de una vez por todas en el amor convencional? Lanthimos, como siempre, metiendo el dedo en la llaga.

6 de 9 /  LOVE EXPOSURE (Sion Sono, 2008). O todas las calamidades que pueden sucederte cuando te expones al amor y te dedicas a perseguirlo con frenesí. Desde inventarte una falsa identidad hasta meterte en una secta o acabar completamente desquiciado. Cuatro horas de un glorioso y divertidísimo delirio tras las cuales preferirás beberte un vaso de cicuta a embarcarte en un apasionado romance.

7 de 9 /  THE ONE I LOVE (Charlie McDowell, 2014). Quizás no haya nada más demoledor que presenciar como espectador esas típicas situaciones de pareja en las que todos hemos estado alguna vez. Pues eso es lo que pasa con The One I Love, una película que transita sin complejos entre el drama romántico, la ciencia ficción y la comedia. Una pareja (Elizabeth Moss y Mark Duplass) atraviesa una crisis de las que huelen a definitivas y, en un último intento de arreglarlo, acuden a un terapeuta (¡Ted Danson!) quien les manda a pasar un fin de semana a una supuestamente idílica casa de campo. Allí empiezan a pasar cosas raras. ¿O no tanto?

8 de 9 /  NOSOTROS NO ENVEJECEREMOS JUNTOS (Maurice Pialat, 1972). Un tipo (hay que vencer la profunda tirria que produce este cretino para ver la película) está casado pero también tiene una amante. Que nadie piense que los conflictos se desarrollan en la institución matrimonial. El tipo es tan sumamente despreciable que es infumable en cualquier relación emocional que se le ponga por delante. Pialat traza una despiadada crónica de los enganches tóxicos que derivan en idas y venidas constantes, infantiles manipulaciones y violentos estallidos. Acaba uno cansado solo de verlos a ellos atrapados en esos mecanismos agotadores.

9 de 9 /  EL DESPRECIO (Jean-Luc Godard, 1963) Él: ¿Por qué ya no quieres hacer el amor? Ella: Vale, hagámoslo, pero rápido. Resumen perfecto de lo que puede ser una pareja una vez iniciado el imparable proceso de descomposición. Esta adaptación de la novela de Alberto Moravia indaga con parsimonia en todo ese abismo de tristeza e incomunicación que se instala en una pareja cuando el amor se acaba. Bardot, Piccoli, Palance y Lang (sí, Fritz). Partitura de Georges Delerue. Y una de las localizaciones más bonitas de mundo para un rodaje: la casa Malaparte, en Capri. Solo por eso merece la pena verla.


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