MALDITO ROCK AND ROLL

Kamasi Washington saldó la deuda que Lollapalooza Chile tenía con el jazz

Es lo más cerca que Coltrane estará de un festival tan masivo y ecléctico como lo es Lollapalooza. Kamasi acercó la tradición negra a un público en su mayoría ajena a estos sonidos, y probó que no hay shows fuera de lugar en Lolla.

Es lo más cerca que Coltrane estará de un festival tan masivo y ecléctico como lo es Lollapalooza. Kamasi acercó la tradición negra a un público en su mayoría ajena a estos sonidos, y probó que no hay shows fuera de lugar en Lolla.

Por Iván Rimassa

Ver a Kamasi Washington en el lineup no generó un shock muy distinto al que las redes manifestaron cuando supieron que en Lollapalooza también estarían Juanes y Américo. Pero la verdad es que la apreciación personal al respecto iba por otro carril, el de “demasiado bueno como para ser verdad”.

Porque el elemento que hace que Kamasi entre a Lolla es el de ser una generación joven revitalizando géneros de longeva tradición. Del lineup este año hay varios que entran en ese saco, cada uno en su género: Greta Van Fleet desde el frente del rock y Kendrick Lamar con el hip hop, por decir un par. Washington colaboró con Kendrick en “To Pimp a Butterfly”, de hecho. Podrían haber hecho un cameo en sus shows, pero no pasó.

El set partió con Street Fighter Mas, como ya lo viene haciendo hace un tiempo. Acá el baterista, Tony Austin, con un kit más extendido de lo uno esperaría para una presentación jazz, fue el primero en tomar un solo. Luego le tocaría al tecladista en Rhythm Changes (guiño a un formato de composición jazz que impulsó George Gershwin con su “I Got Rhythm”), un solo tridimensional entre su Clavinet D6, piano en un Nord y Minimoog.

La línea que iba presentando con sus temas hasta entonces era más bien melódica, pero quebró el patrón al entrar con The Psalmnist, con un foco en patrones rítmicos y el virtuosismo de la banda.

Un show alucinante tanto para amantes del jazz como para quienes buscaban nuevas experiencias musicales en un festival donde esas alternativas suelen llevarse poco crédito. Y el segundo grupo de personas era el que más abundaba en el público.

Lo redondo de la música presentada en vivo por Kamasi se vio opacado, eso sí, por un sonido que no era apropiado para la propuesta del saxofonista. Una mezcla que no entendía el bombo de 18 pulgadas (tradicional del jazz) como una pieza que debe transmitir un tono claro, que no entendía que el contrabajo acústico debe sentarse por sobre las frecuencias en las que iría un bajo eléctrico, y que en general generaba un desorden en las frecuencias bajas que salían del escenario. Se sentía turbio, ininteligible a ratos incluso.

¿Es un detalle? Sí. Pero dolió perderse el solo del contrabajista, por ejemplo. Apenas era entendible saliendo principalmente por los sub bajos y hundido tras el sonido del bombo. Era una mezcla pop/rock para una banda de jazz – que recoge elementos del pop y el rock.

Lo de Kamasi fue un oasis en Lollapalooza. Pocas cosas parecidas habían sonado antes en este festival. Subhira fue una alternativa que podría gustarle a los que acaban de descubrir al saxofonista estadounidense, pero quedaron relegados al Kidzapalooza. No así Kamasi Washington, que desde uno de los escenarios principales de Lolla nos mostró lo que está se está cocinando en el jazz de hoy y que por algo él está está entre los principales cocineros de esa receta.


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