ACTITUD FUTURO

Íncubos y Súcubos: ¿Demonios o mito urbano?

En fechas donde muchos y muchas andan con la seducción a flor de piel, sería interesante conocer los orígenes de estos seres tan temidos en la antigüedad.

Diego Puebla Hernández |

En fechas donde muchos y muchas andan con la seducción a flor de piel, sería interesante conocer los orígenes de estos seres tan temidos en la antigüedad.

Desde los más religiosos se tratarían de demonios que buscan corromper la integridad de las personas, mientras que los escépticos indican que es una mera invención de las iglesias para reprimir la libre elección sexual.

Sea cual sea el caso, los íncubos y súcubos son figuras que por siglos aparecen en la cultura popular, ya sea desde la perspectiva más bien bíblica o folclórica de cada pueblo, según su mitología y cosmovisión.

El boom de los relatos sobre ataques de estos seres (presuntamente muy bellos y con intenso deseo carnal) fue en la Edad Media, cuando supuestas víctimas afirmaban sentirse agotadas y con la sensación de que una entidad había tenido contacto sexual con ellas.

En el caso de las mujeres, denunciaban ser atacadas por los íncubos: demonios de naturaleza masculina que mediante el encuentro erótico robaba la energía vital de la mujer y muchas veces quedaría embarazada, dando a luz a seres oscuros, grotescos o con poderes mágicos. Dicen las leyendas que el mago Merlín pudo haber sido hijo de uno de ellos.

Los hombres acusaban a los súcubos, diablos de forma femenina muy seductora que extraían semen o sangre (vinculación con los vampiros) para alimentarse y perpetuar monstruos. Era común apuntar a estas diablesas como las culpables de las poluciones nocturnas, el despertar sexual del varón adolescente y los escándalos sexuales de monjes. Entre las más conocidas exponentes de este tipo se encuentra Lilith y Abrahel.

“Esto explicaría —a ojos de la Iglesia— la tortura y quema de «brujas» y mujeres infieles que de pronto aparecían embarazadas sin saber quién era el progenitor y justificaría las infidelidades de los hombres al no poder resistirse a una criatura demoniaca y seductora. También significaría un arma para reprobar la sexualidad, ya que, al ser entes completamente ligados al sexo, representa el argumento perfecto para malver toda actividad sexual fuera del fin de la procreación, ya que la sensualidad y la lascivia pueden conducir a una ruina física y espiritual”, según indica la correctora de textos Corina Mendoza.

 

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