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La historia que explica porqué Guns N’ Roses puede ser la banda más grande de todos los tiempos

La agrupación marcó a fuego el tramo final de la era dorada del rock and roll.

La agrupación marcó a fuego el tramo final de la era dorada del rock and roll.

El rock fue una pasión. Pero fue mucho más todavía, fue la banda sonora de una nueva clase social que salió al mundo y encontró en esa música su refugio y barricada desde donde cantar sus verdades: la juventud.

Guns N`Roses llegó tarde a la historia del rock and roll; de hecho, fue la última gran banda en llegar. Pero pudo haber sido la mayor banda de todos los tiempos. Claro que pudo.

Los sueños del hippismo estaban enterrados en los 80s; las revoluciones estudiantiles, aplastadas a sangre y fuego. El poder económico había ganado la batalla a los sindicatos, y todo sueño comunitario era desplazado de un plumazo por la new age y el individualismo extremo. Separados, los jóvenes eran presa fácil.

Sucedió en mi escuela, aquí en el Cono Sur, no en una barriada de Oklahoma. Entraba a la educación secundaria, donde todos eramos todavía unos niños, cuando una alumna repitente ingresó en nuestro grado. Vestía raro, respondía mal, escupía a los profesores y, claro, escuchaba Guns N´Roses. Más que los escuchaba, ellos eran su religión.

Trece, catorce años. Vi en pocos meses a decenas de compañeros cambiar de vida de modo radical. De la noche a la mañana pasaron de bailar el “Ilarie” de Xuxa a tomar alcohol, fugarse de casa, robar en comercios, escuchar rock and roll en manadas donde era difícil distinguirse de tanto humo de cigarrillo. Pero nunca confundí qué les sucedía a quienes hasta ayer eran mis amiguitos. Estaban furiosos.

Era la misma furia que enloquecía de ira a Axl Rose y sus compañeros de ruta. Habían nacido del lado pobre del desigual planeta. Sus barrios eran nauseabundos, sus vidas se limitarían a un incesante trabajo duro por escasa paga, estaban cansados de ver padres desocupados caer en la depresión, familias de “amiguitos” desintegradas por las drogas baratas y el vino en cartón. Los chicos dejaban atrás los cuentos de hadas y caían de un plumazo a la realidad; con GN´R el rock dejó de lado el glambusiness de los 70s y volvió a ser el termómetro social que alguna vez había sido el blues negro.

Axl, Slash y compañía saltaron de la delincuencia juvenil al estrellato sin paradas intermedias. Si cantabas tu odio contra ese mundo injusto que te había dejado fuera, escuchabas Guns N´Roses. Con ese background social de sostén, la banda subió muchísimos escalones en la hipotética carrera al trono de las bandas de rock. Lo tenían todo: imagen y violencia, pero también un gran frontman, un guitarrista eximio, una banda ajustada.

El tiempo revelaría que tenían aún más: un pequeño geniecillo, ese motor inquieto que lleva todas las cosas un paso más allá de lo conforme. Alguien del entorno aseguró, en 1990, que Axl quería “hacer de los Guns una suerte de Beatles, un grupo que sonara diferente en cada disco”.

Aquella discusión fue una constante en la historia del arte. Desde los dadaístas hasta los punks pasaron por la disyuntiva: ¿el arte es algo rápido y veloz, despojado de producción, con los sentimientos a flor de piel? Los punks habían dicho que sí diez años atrás. Lennon se había enfrentado con McCartney hace dos décadas por lo mismo. En el fondo, la verdadera discusión era: ¿la producción mata los sentimientos? En 1990 Slash confesaba casi a regañadientes que estaban buscando que las canciones sonaran “todo lo poderosas que podían sonar”.

A Axl le ocurrió lo que a tantos otros artistas exitosos. Cuando la fortuna llegó a su vida, dejó de escribir sobre la marginalidad, porque ya no la habitaba. Era una respuesta sincera. Pero los fans de la primera hora no quisieron saber nada con aquel cambio. Y tampoco sus compañeros. ¿Quién incomprendió a quién? Slash, Izzy Stradlin, Duff McKagan y Steven Adler se sintieron traicionados por su líder sofisticado. Axl sintió que ellos traicionaban a los fans: ¿seguir cantando de pobreza, violencia y suburbios cuando eras un multimillonario? Esa sí que era una impostura total.

En plena tensión interna Guns N´Roses editó el doble “Use Your Ilusion”, un disco riquísimo en matices que incorporaba el hard-rock, pero no moría en él. La respuesta mundial del público habló por sí sola; la gente quería producciones así, tan trabajadas que rozaban la perfección musical. La música directa estaba genial para el pub. ¿Sí?

El álbum doble tuvo tal éxito que un segundo álbum así, el que habría sido apenas el tercero de la banda (cuarto con el EP, “Lies”), habría terminado con la discusión. GN´R pudo haberse encaramado al podio de bandas. Pero las extravagancias metieron la cola en la historia del grupo. Axl, cansado del corset rocker que significaban sus “despojados” compañeros, mandó a mudar a todos y de paso, enloqueció un poco. Tras un olvidable disco de covers (“The Spaghetti Incident?”, 1993) la formación original se terminó de desintegrar y el líder se refugió en videntes y músicos con baldes en la cabeza.

¿El momento? Años 90s, la revolución conservadora de Reagan y Teacher ya comenzaba a mostrar su lado oscuro, la «globalización» pasaba de la connotación positiva a la negativa de un plumazo. ¿A los Guns les faltó un disco para barrer con el resto de las bandas? Solo un disco. Pero Axl Rose demoró lo que nadie en hacerlo. Cuando finalmente lo editó (“Chinese Democracy”, 2008) había pasado tanto tiempo que hasta la cultura había cambiado. Mi compañera adolescente era una señora, con todo lo que eso implica… para bien o para mal. Las chicas de entonces ya no escuchaban rock ni volcaban su ira en ningún arte. Guns N´Roses pudo ser la banda más grande todos los tiempos. ¿Pero no lo fue?

Fuente: Guioteca


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