MALDITO ROCK AND ROLL

Santiago Gets Louder meets Solid Rock: La diferencia entre ver y sentir un show

Un Movistar Arena repleto sintió toda la energía desatada por Judas Priest y Alice in Chains en una memorable jornada de música en vivo y en Futuro.cl repasamos todas las emociones vividas.

Un Movistar Arena repleto sintió toda la energía desatada por Judas Priest y Alice in Chains en una memorable jornada de música en vivo y en Futuro.cl repasamos todas las emociones vividas.

Por: Javier Sandoval

Fotos: Roberto Vergara.

La tercera edición de Santiago Gets Louder ya es historia. Los escenarios ubicados dentro y fuera del Movistar Arena ya han sido desmontados al igual que el puesto de transmisión de Radio Futuro, donde nuestro querido Pirincho se llevó todos los cariños habidos y por haber del público que hacía fila para tomarse una foto a su lado; los vasos de bebida botados y aplastados en el piso fueron recogidos; las zapatillas perdidas en la cancha devueltas a sus dueños (espero) e incluso el dolor de cuello tras siete horas de música en vivo ya casi ni se siente, aunque bueno, eso depende de la efusividad de cada uno.

Este capítulo que fue producido en conjunto con la marca Solid Rock terminó y, con su desenlace, sólo nos quedan crónicas y gratos recuerdos sobre cómo el festival echó al agua toda duda existente ante la posible “flaqueza” del cartel, porque claro, no vimos la ambiciosa y siempre sacada en cara propuesta de 2015 ni tampoco tuvimos un King Diamond que debutara en nuestro país como el año pasado.

Lo de ahora fue acotado, sí, pero vasto en historia y en la importancia que las bandas cabeza de cartel tienen en la imagen e identidad de sus respectivos géneros. Esto porque tanto Judas Priest como Alice in Chains son parte recurrente de nuestros argumentos para explicarle al resto de las personas por qué nos apasiona tanto la música. Son las caras visibles de sus estilos e influencias de otros (especialmente los británicos), puntas de lanza estilísticos y sonoros, regalones de la fanaticada criolla dejó sold-out los tickets, y vaya a saber uno qué otra frase bonita se nos pueda venir a la mente para tratar de plasmar la importancia de ambos.

 

Temple Agents y Recrucide fueron dos nombres locales que tocaron en la primera edición de este certamen y que este viernes volvieron a pararse sobre los escenarios, ambos con nuevos discos bajo el brazo (“Rise” y “The Cycle”, respectivamente) y sonidos más lógicos al paso del tiempo. Mucha atención con Recrucide. Si bien, y pese a sus más de 20 años de carrera, para algunos pueden ser una novedad, lo del conjunto intérprete de “Ritual” ya es confirmación de su trabajo musical cargado de ángel y bestia que, hoy por hoy, los tiene fácilmente en el podio de las mejores bandas metal del país.

Que una banda sea chilena o tenga integrantes chilenos en sus filas no debería ser causante de ser asignados casi por obligación a un escenario secundario, dado que muchas veces o son mejores que los números internacionales o derechamente tienen más personas dispuestas a verlos. Digo esto porque Criminal dejó realmente chico el escenario instalado en las afueras del Arena donde desplegó su artillería al compás de «Self Destruction», «Slave Master» o una estremecedora «Por la Fuerza de la Razón». Y ojo, aquella crítica no es sólo con relación al Santiago Gets Louder. Haciendo memoria hace tres o cuatro años, cuando aún no nos farreábamos el Metal Fest, bandas como Atomic Aggressor o Pentagram también tenían currículum de sobra para presentarse a lo grande.

Alice in Chains jugó de local ante personas que venían entregadas desde el momento que los funcionarios abrieron las puertas para entrar al recinto hasta que sonó la última nota de “Rooster”. Los de Seattle no necesitaron nada para ganarse a las 15 mil almas que repletaron el Movistar Arena, ya que su victoria se dio incluso antes que debutaran en estas tierras allá por 2011. Sus seguidores de cancha, más pendientes de vivir el espectáculo que de verlo a través de sus celulares, sólo paraban de cantar para pedirle agua a los guardias buena onda que los hidrataban desde atrás de las vallas.

Los espectadores querían escuchar desde lo clásico hasta lo nuevo de “Rainier Fog” (2018) y los liderados por Jerry Cantrell respondieron con “No Excuses”, “Never Fade” o la archicoreada » Man in the Box»; iban con ganas de exorcizar rabias internas y lo lograron con “We Die Young” y “Angry Chair”; tenían ganas de sentir de verdad las canciones y recibieron “Down in a Hole” y “Would?” porque claro, si comienzas a aplaudir 30 segundos antes que termine el tema es porque éste de verdad te llegó, todo bajo esa base sonora tan sombría que te hace cerrar los ojos e imaginar que sólo escuchas una gran y larga pista que cambia cada tres minutos aprox. de tempo.

Es raro ver a Judas Priest sin Glenn Tipton arriba del escenario, quien tuvo que abandonar esta gira debido a su Parkinson, pero al mismo tiempo resulta placentero mirar cómo Richie Faulkner transita de un lado a otro totalmente empoderado de su puesto de guitarra líder, siendo acompañado en las cuerdas por Andy Sneap, quien fue el ingeniero a cargo de la producción de “Firepower” (2018), por lejos el mejor álbum de metal del presente año.

El show rozó lo divino gracias a la NO-TA-BLE y vigente voz del gran Rob Halford y a un setlist cargado de sus mejores temas nuevos (“Lightning Strike” y “No Surrender” deben ser fijas para futuras presentaciones), de canciones que por primera vez escuchamos en Chile como “The Ripper” (!!!) o “Running Wild”, así como de los clásicos que nos han acompañado toda vida como «Turbo Lover», «Painkiller», «Hell Bent for Leather» o “Living After Midnight”.

La puesta en escena de Judas Priest no es sencilla en cuanto a producción se refiere. Hay distintos telones que van cambiando, varias imágenes mostradas en pantalla, cambios de vestuario, motocicletas, una especie de sable láser parecido al de Kylo Ren, sin embargo, llega un momento en que todo eso pasa a un tercer o cuarto plano, ya que lo único que te cautiva es el éxtasis que sientes al tratar de imitar al guardia de seguridad del videoclip de “Breaking the Law” mientras tocas una guitarra imaginaria al escuchar aquel clásico de 1980 o la majestuosa “Electric Eye”. Nada más importa en esos instantes y, si hay algún otro factor que domina tu mente en aquel tris, es porque no sentiste ni menos viviste la verdadera experiencia de los nacidos en Birmingham en vivo. Dios existe, y cresta que canta bien heavy metal.


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