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Astor Piazzolla: La música sin techo

A 25 años de la despedida del maestro.

Por Rainiero Guerrero

Hace 25 años falleció Astor Piazzolla en la ciudad de Buenos Aires, considerado el músico argentino más importante e influyente de todos los tiempos, dueño de un talento como pocos detrás del bandoneón. Creatividad provocadora que permitió que el tango no sólo fuera al música de los cabaret, boite o centros nocturnos de la edad dorada del tango entre las décadas del 50 o 60 en la ciudad porteña, Piazzolla se atrevió a explorar el infinito sonoro de una música de raíces europeas, pero que sólo en Argentina pudo crecer y desarrollarse con arraigo y sonido único en el mundo: el tango es argentino.

En tiempos de maestros como Horacio Salgán, las orquestas típicas de Juan D’Arienzo, Alfredo De Angelis, Mariano Mores, Osvaldo Pugliese o Héctor Stamponi, la figura de Piazzolla emerge de ese sonido tradicional para buscar el crossover con los elementos de la música docta y el jazz. Nada volvería a ser lo mismo y el tango, pese a la guerra declarada por los puristas del género, había comenzado un vuelo sin techo y cuyo final sería el reconocimiento mundial de la mano del genio de Piazzolla.

Astor Piazzolla llegó al mundo en la ciudad de Mar del Plata en 1921, hijo de Vicente Piazzolla y Asunta Manetti, ambos nacidos en Italia. Buena parte de su infancia la pasó en la ciudad de Nueva York, fuente inagotable de experiencias que darían forma al camino musical trazado por el joven que por regalo de su padre comenzó la práctica del bandoneón y quien cuenta en su anecdotario haber sido guía y bandoneonista de Carlos Gardel en su gira de 1934 por la Gran Manzana. El jazz, Stravinski y Bach se fueron sumando al sonido del bandoneón. Algo nuevo estaba en ciernes.

A finales de la década del 30 Piazzolla regresaba a Argentina para comenzar su carrera profesional, siendo parte de algunas orquestas típicas, ejerciendo la labor de arreglista y compositor para la orquesta de Anibal Troilo “pichuco”. Como contara alguna vez Ángel Parra, ex guitarrista de Los Tres, sobre su padre e hijo de Violeta a propósito de la idea de querer tocar rock, jazz o blues “primero aprende a tocar cueca, después lo otro llegará solo”. Piazzolla hizo la escuela con los maestros que posteriormente estarían en guerra con él. Fue comunicacional, fue intencional, fue con la idea de sacudir. Pese al fuego cruzado, siempre hubo un respeto desde ambos bandos, porque finalmente todos provenían de la misma escuela, el tango era uno solo, pero Piazzolla había apostado por llevarlo al jazz, por sacarlo del cabaret, añadirle guitarra eléctrica y batería, ya no sólo era el canto de arrabales, con historias de bares y amores fallidos, el tango para Piazzolla estaba destinado a ser una música grande y del mundo.

Astor Piazzolla no sólo dio nueva forma al tango en su sonido, el formato también pasó a cobrar relevancia y con ello las orquestas típicas comenzaron a ser imágenes del pasado, el nuevo tango hablaba de octetos, quintetos, el nuevo tango de Buenos Aires o el tango moderno, eran todos conceptos que alimentaría la hoguera en donde sólo faltó el maestro.

Adios Nonino y la consagración

En 1959 y luego de una gira en Puerto Rico, Piazzolla recibe la noticia de la muerte de su padre, conocido como Nonino. Piazzolla se sumerge en una profunda depresión que lo lleva de vuelta a Nueva York donde residía. Desde ahí comenzará la composición de una de las obras más importantes del tango y la música popular argentina: Adios Nonino, un pequeño relato que recoge parte del tango original de su repertorio llamado Nonino y que retrata el enfrentamiento con la muerte, con pasajes musicales que denotan la tristeza de la noticia, la negación a ella, el dolor y la rabia para finalmente encontrar la paz de la aceptación. Adios Nonino es considerada como la pieza musical más importante en toda la carrera de Astor Piazzolla, junto con Libertango o Balada para un loco.

Si en el rock fue Frank Zappa, en el jazz fue Miles Davis y en el tango fue Piazzolla. Todos enemigos de la inmovilidad, custodios de la imaginación y duros para recibir el castigo moral de aquellos que no estaban preparados para adelantarse 30 o 40 años. Astor Piazzolla falleció un 4 de julio de 1992 en la ciudad de Buenos Aires, la misma que lo vio moverse de boite en boite buscando sacar los dibujos que hacían maestros como Salgán, D’Arienzo o Pugliese, la misma ciudad que lo vio irse por no ser aceptado dentro de la logia del tango tradicional, la misma que lo recibió en el Teatro Colón en 1983 y que finalmente le daría residencia eterna, despidiéndolo como el músico más importante del tango y la música popular argentina de todos los tiempos.


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