MALDITO ROCK AND ROLL

Steven Wilson: La simpleza de lo complejo

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Recuerdos de una sesión de lujo en el Teatro Caupolicán.

Por Rainiero Guerrero
Fotos. Roberto Vergara

El músico británico se presentó en un Teatro Caupolicán lleno y demostró, una vez más, su talento como uno de los mejores compositores del último tiempo, con sonidos transversales pero para paladares exigentes. Una mezcla entre lo simple del rock y el entramado del progresivo.

4 ½ se llama su nuevo trabajo de estudio lanzado este año, algo que ni el propio Wilson sabe descifrar. Dependiendo los gustos de los coleccionistas puede ser un EP o un nuevo LP, o un maxi, etcétera, lo cierto es que se trata de un trabajo que incluye descartes que finalmente encontraron su punto como para ser parte de una publicación, esto último explicado en propias palabras de Wilson.

Wilson divide el show en dos partes, primero lo mejor de Hand Cannot Erase, disco de 2015 que lo trajo por tres noches el año pasado y en el segundo segmento, luego de un interludio de 20 minutos, un repaso a 4 ½ además de viejos éxitos y clásicos a estas alturas como Open Car o Lazarus, esta última como parte de un mini tributo a David Bowie.

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Homenaje a Bowie

Lo bueno de no leer setlist.fm es eso precisamente, todo queda en manos de la sorpresa. La interpretación de una versión acústica e íntima de Space Oddity de David Bowie da espacio para la melancolía, pero con un nivel que sólo nos tienen acostumbrados aquellos próceres del otro lado del Atlántico; solemne y con calidad, dos atributos esenciales para un homenaje a un cimiento del rock como lo fue Bowie. Solamente su voz y la de Dave Kilmister (Roger Waters) y dos guitarras para un sentido tributo a un hombre que a todas luces iluminó e ilumina la carrera de Wilson y es ahí donde radica lo medular en la carrera de Steven Wilson, un hombre que con su pasado en Porcupine Tree tiene para darse vueltas, pero su exigencia lo lleva a ir más allá, explorar nuevos horizontes y sonoridades.

El show del Caupolicán se entiende como un viaje en diferentes estados a través de música “triste” como señala el propio músico y que ha demostrado ser del completo gusto de público chileno. Pero en Wilson habitan dos mundos que se mueven libremente: uno muy complejo que recoge su exploración por la vertiente más progresiva del rock, pero también está el lado sencillo del pop, el de las canciones de tres acordes y certeras melodías que conmueven hasta a el más duro. En esos dos mundos habita Steven Wilson y lo que pareciera muy simple es de lo más complejo y viceversa. Es como el canto de los pájaros, sencillo al oído, pero imposible de replicar.

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Steven Wilson demostró una vez más que su música vive en Chile. Tiene para todos los gustos, pero no al estilo de Coldplay o Muse, definitivamente no. Wilson es otra cosa para gustos exigentes, pero también con guiños a la universalidad de lo simple en complicaod mundo del rock progresivo del siglo XXI.


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