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Editorial de Freddy Stock, miércoles 09 de marzo.

La historia dirá que fue escoria humana…  Y se juzgará por generaciones como se hace con tantos que han utilizado la fuerza y la bestialidad para sembrar el terror. Hoy, murió otro de los emblemas represores de la dictadura cívico militar de Pinochet, murió Sergio Arellano Stark, el líder de la Caravana de la Muerte, aquella comitiva que recorrió el país asesinando a nombre del Estado. Dicen las investigaciones que esta Caravana tenía una forma de actuar idéntica por donde pasaba: las víctimas eran sacadas de las cárceles, llevadas a lugares despoblados y asesinadas a balazos. Y para que no quedaran rastros, hubo cadáveres que fueron dinamitados.

Pero Arellano Stark, que jamás confesó crimen alguno, se fue sin conocer la cárcel. Porque –al igual que su jefe máximo- alegó demencia, mejor dicho Alzheimer que terminó con sus días a los 94 años de edad.

“Valientes soldados” que no dudaron en matar a compatriotas desarmados, indefensos. Y, peor aún, que tampoco tuvieron la gallardía para enfrentar sus acciones con la impronta que sí tuvieron con el poder absoluto a sus espaldas. Escorias humanas, sí. Cobardes, también. Pero protegidos luego por una clase dirigente que tampoco tuvo el valor de juzgarlos como se merecían. No sólo por las víctimas del pasado, sino como ejemplo para los chilenos del futuro…


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