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Editorial de Freddy Stock, jueves 17 de diciembre.

Una Junta de Gobierno… durante casi dos décadas y desde el Golpe de 1973, ese fue el Poder Legislativo en Chile, una Junta de Gobierno que dictaba leyes todas proclives, obviamente, a su dictador. No había democracia y, por ello, una separación real de los tres poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Hoy, en 2015, y vaya paradoja del destino, estamos tutelados nuevamente por una especie de Junta de Gobierno. Se llama Tribunal Constitucional, una figura presente en muchas democracias occidentales, creada en Chile hace casi cincuenta años pero, ahora, con un giro escalofriante. Porque este Tribunal Constitucional no es sólo un grupo de jueces llamados notables, profesionales de profundidad jurídica intachable, técnicos y con especialidad incuestionable de derecho constitucional… No… Lejos de eso, gran parte de este Tribunal Constitucional nace del cuoteo binominal, del cambulloneo político, del aparataje de la inmediatez ideológica y no de la profundidad académica.

Al amparo de este organismo convertido en Junta de Gobierno, los que apoyaron a la dictadura se sienten envalentonados. Ajenos a la soberanía popular que representa nuestro Parlamento recurrirán a refugiarse en las faldas antidemocráticas que encierra la composición del Tribunal Constitucional. Ya lo hicieron con la Educación, lo harán cuando pierdan en temas valóricos y, ahora, anuncian que estudian recurrir a esta Junta si pierden en la reforma laboral.

Este Tribunal Constitucional –como está concebido- es una burla a la democracia que tanto nos ha constado construir. Una burla a la real existencia de un Congreso Nacional. Y un guiño, quizás nostálgico de muchos que recurren a él pensando en esos años no tan lejanos cuando gobernaban sin el contrapeso del que pensaba distinto… Amparados en una Junta de Gobierno…


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