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La buena, la mala (y la fea)

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Patricio Jara comenta el show de Metallica en el Estadio Monumental.

Estas líneas no serán, necesariamente, un comentario del show que Metallica dio anoche en el Monumental. Junto al equipo de Futuro salimos promediando el tema 13 de la lista (Blackened) y nos fuimos rajados a la radio para una nueva emisión de Rockshop, en directo (como debe ser) y hasta pasada la una de la mañana. Sacamos gente al aire, recibimos fanáticos en el estudio y regalamos suficiente mercadería rockera como para llenar un carro de supermercado.  Sin embargo, hay dos cosas que deben rescatarse más allá de la apreciación artística del concierto.

La primera, la buena, y quizás la más obvia pero no menos importante, es que el público de Metallica sigue al pie del cañón y no es necesario que haya un nuevo disco para congregarlo en un show multitudinario una, dos, tres y cuatro veces. El asunto es simple: hay canciones que escuchamos todos los días y nadie está dispuesto a perdérselas cuando los músicos están ahí, en el escenario. Más viejos, sí; más carreteados, también; pero con el mismo talento y las mismas limitaciones que los han llevado a la grandeza. Metallica nunca ha sido una banda de gran pirotecnia y es su naturalidad la que permite que la mayoría de sus discos envejezcan muy bien, sobre todo los primeros, que evidentemente ahora, en vivo, suenan mejor que en el estudio.

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Anoche fue una demostración más de lo anterior. Metallica podría venir veinte veces con el mismo set y habría fanáticos dispuestos a oír veinte veces las mismas canciones que se han traspasado de generación en generación. Eso pasa con todas las buenas bandas y con todos los buenos discos. No hay más ciencia. Aunque sí una pregunta que da para un debate largo: ¿Deben bandas como Metallica, como Iron Maiden, como Slayer, que ya hicieron la pega entre los 80 y 90, tener la urgencia (o la obligación) de grabar nuevos discos cada dos o tres años? Creo que no. Y esto lleva una pregunta: ¿Necesita una canción magnífica como “Lords of Summer” (8:21) siete u ocho canciones más como arroz graneado? Que la saquen en un maxi single y estamos. Sólo los músicos saben cuánto cuesta darle el palo al gato cuando tienes una mochila de grandes éxitos que termina opacando cualquier esfuerzo hacia adelante.

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La mala (y la fea), en cambio, es más doméstica aunque, lamentablemente, tampoco es tan nueva: la peligrosa división de la cancha entre “general” y “preferencial” cuando la distancia entre una y otra no son más de dos metros. Ayer la segunda tenía tanto espacio libre que resultaba una provocación y hasta una burla para cualquiera: acá los que pueden pagar 95 lucas y allá los que sólo tuvieron 40. Por eso no extrañó la invasión de un lado a otro y que, por suerte, fue tan masiva e incontenible que no hubo mayores problemas. Aunque pensándolo mejor, los únicos que realmente corrieron peligro fueron los cinco o seis guardias (entre ellos algunas señoras) que intentaban más impedir el paso arriesgándose a ser aplastados por la masa. Por suerte no ocurrió y ojalá no deba pasar nunca para que los organizadores se den cuenta que el metal puede ser cualquier cosa, menos una música para la que el tamaño de la billetera es importante.

Patricio Jara

Fotos: Juan Pablo Quiroz, Rock And Click


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