PALABRAS SACAN PALABRAS

A defender el voto voluntario

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Editorial de Freddy Stock, lunes 16 de diciembre.

Me gusta el voto voluntario…

Me gusta el voto voluntario porque creo que votar es un «deber cívico», es un «deber ético» con el país. Y si lo hacen obligatorio, lo transforman en una acción coercitiva del Estado, en un deber moral, impuesto y punible. Con el voto obligatorio, el hecho de encerrarse en una urna deja de ser un «acto de conciencia» para transformarse en una «obligación colectiva», en un paradigma de las masas.

Los que defienden el voto obligatorio parecieran homologar el acto de sufragar con el de pagar impuestos. Cuando son deberes de orígenes disímiles. El deber ciudadano de votar está ligado al pensamiento crítico, mientras que el deber social de los impuestos está ligados a los bienes y los usos contables. Por eso, no me inclino ante la ideade que la decisión de no votar sea castigada por la sociedad con el pago de una multa en dinero.

Los que quieren imponer el voto obligatorio son, en su mayoría, de la clase política que se siente abandonada por la clase gobernada. Ellos tiene un problema de sintonía con los votantes. O, bien, no están siendo escuchados o legitimados. Es un problema global de las democracias, pero es una lucha de seducción y confianzas que no se puede emprender con golpes o con amenazas.

Tampoco me gusta la idea del voto obligatorio con inscripción automática y desafiliación voluntaria. Porque cada votación corresponde a una circunstancia distinta de la vida del país, con otros actores, con otras realidades… Nunca he dejado de votar en una elección desde que recuperamos la democracia. Por eso valoro en voto voluntario. Y me atrevo a defenderlo en contra de las dictaduras participativas…


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