MALDITO ROCK AND ROLL

La prehistoria de Journey antes de Steve Perry

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Ernesto Bustos repasa los primeros años de la banda.

En 1983 Journey tenía el mundo a sus pies. La edición de Frontiers ese año y su antecesor, Escape (1981), habían encumbrado a la banda a la categoría de uno de los actos en vivo con mayor convocatoria e intensidad a nivel mundial.

No era casualidad que la banda gozara de la popularidad tanto en Estados Unidos y Japón y que sus discos vendieran millones de copias, batiendo marcas relevantes como las nueve certificaciones de disco platino por Escape y seis para Frontiers de la RIAA (Recording Industry Association of America).

Pero lejos de las arenas sold out tan habituales para Journey, existe otra realidad mucho más subterránea y desconocida para el “común” de sus seguidores: la prehistoria, aquella que va desde su fundación, a comienzos de los ’70, y que finaliza con la llegada de Steve Perry en 1978 para la grabación de Infinity.

Sabido es que el origen de Journey se encuentra en los músicos que Carlos Santana reunió para que fueran su banda de acompañamiento. En 1971, el representante del guitarrista chicano, Walter Herbert, convocó a estos músicos bajo el nombre de The Golden Gate Rhythm Section. Sin ermbargo, Gregg Rolie (tecladista) y Neal Schon (guitarrista) optaron por la independencia pues no compartían la orientación artística que el manager pretendía para aquella aventura.

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Es cierto que la fama y los millones tardaron en llegar para Journey, pero de no haber existido la presente historia ni siquiera Steve Perry se hubiese cruzado en el camino.

Por lo mismo, los tres primeros discos, al menos para quien escribe y para muchos fanáticos de siempre, son un ejercicio de tolerancia y un mundo sumamente interesante para descubrir. Ok, la banda tal vez no habría conseguido todo lo que consiguió durante los ’80 sin Steve Perry. Tal vez no habrían seguido o sí, pero el impacto mediático que Journey alcanzó gracias a Escape, Frontiers o Raised on radio (1986) y Departure (1980) en menor medida era poco probable de alcanzar en el contexto original que fue concebido el grupo.

Orientados al jazz rock con marcadas influencias progresivas, la banda inició su transitar en la carretera con humildad y pocas pretensiones a corto plazo (por favor, si les interesa busquen en Youtube un show de la banda en 1974 en el clásico Winterland Ballroom). Journey (1975), Look into the Future (1976) y Next (1977) fueron fracasos comerciales sucesivos. Sólo el sencillo “On a Saturday Night” logró destacar tibiamente en la mencionada primera trilogía, algo que, sin duda, no alcanzaba para alimentar las expectativas del sello, productores y los propios egos musicales de Ross Valory, Neal Schon, Gregg Rolie, George Tickner y Aynsley Dunbar, los cinco con amplio recorrido previo en el negocio del rock.

Lo concreto, en todo caso, es que el talento estaba, pero ¿cómo lograr canalizarlo en la dirección correcta? Tras los discretos números de Next, la banda recibió cordialmente la sugerencia de los estudios de grabación para modificar su orientación musical y lo primero era encontrar un cantante, pues la voz de Gregg Rolie no alcanzaba. Lo que buscaban los ejecutivos era alcanzar el nivel de popularidad que, por esos días, ostentaban bandas como Foreigner, Styx y Boston. Rock de arena a todo dar.

El elegido fue… no, no fue Steve Perry. Robert Fleischman era un cantante nativo del sur de California, que había sido descubierto y recomendado por la CBS. Cuento corto, fuera de preámbulos y presentaciones formales, fue enviado rápidamente a San Francisco para una audición con Journey a fines de 1977 y a comienzos del año siguiente ya estaba de gira con la agrupación.

Hasta ahí todo bien, aunque debo reconocer que no creo en las casualidades y menos en los destinos predeterminados por la sencilla razón que las cosas suceden por algo, aunque suene contradictorio.

Los constantes roces entre el manager de Freischman, Barry Fey, y Herbie Herbert, representante de Journey, provocaron el desgaste de una relación que, en síntesis, duró casi un año. Otra cosa, Robert Freischman sólo era cantante y no se sentía cómodo componiendo, requisito que sí reunía Steve Perry. Pero esa es otra historia, el comienzo de otra época. El nacimiento de otra banda con el mismo nombre, pero con fama, éxito y el mundo a sus pies.


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