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Cabeza de pistola

Patricio Jara comenta la nueva cinta del realizador Ernesto Díaz Espinoza.

La nueva película de Ernesto Díaz Espinoza (1978) es una confirmación de su voluntad por ofrecer un cine de acción frontal: busca que el espectador se divierta del mismo modo como él lo hizo filmando: acción, humor, diálogos ingeniosos, chuchadas en el momento preciso, efectos especiales cada vez mejor logrados, pero sin exagerar, y tramas que no ofrecen matices: en este lado los buenos, acá los malos y que resuelvan sus conflictos durante todo lo que dure la película.

aficheTráiganme la cabeza de la mujer metralleta es una cinta breve (75 minutos) que desarrolla una historia con un foco preciso: para salvar su vida, el DJ de un club de tango (Matías Oviedo) se ve obligado a buscar a una asesina a sueldo (Fernanda Urrejola) por la que su jefe, un mafioso argentino, está dispuesto a pagar una fortuna con  tal de cobrarse venganza por viejos asuntos pendientes.

El gran mérito de Díaz Espinoza es el empeño por filtrar los arquetipos de las exploitation movies (cargadas de violencia, erotismo, abuso de sustancias y venganza) a través de la idiosincrasia local y el resultado es más que destacable. Porque una cosa es hacer cine sin complejos, cine en la cara y con la premisa del vamos para adelante que todo es chunga y patadas voladoras, y otra, muy distinta y más difícil de lograr, es recoger códigos, personajes y lugares del Chile de todos los días, procesarlos, trabajarlos, y devolverlos al espectador con una carga distinta. Así las cosas, aunque se trate de un personaje secundario, estoy seguro de que nadie que vea esta película volverá a mirar a los chinchineros del mismo modo como lo hacía antes.

otra chica

Pero así como Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta tiene su gracia en el lenguaje que logra perfilar, en parte, a los personajes arquetípicos (el chico bueno y medio pavo que la circunstancia lo transforma, la mujer fatal ruda y silenciosa) también corre algunos riesgos, sobre todo al estructurar el relato con la estética de los videojuegos, pero cuando un director va así de lanzado, esto, al final, es un detalle que no interfiere si el artificio logra su objetivo.

 


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