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La muerte iluminada

Patricio Jara comenta la reedición de «Spiritual Healing» de Death.

Poco a poco los fanáticos de Death completan su colección de reediciones. Ahora es el turno de Spiritual Healing, publicado por Combat en febrero de 1990, y que esta vez, bajo licencia Relapse, vuelve en un set doble (y triple en edición limitada) con fecha de salida el 20 de noviembre en Estados Unidos.

Si bien desde hace un tiempo hay disponible en nuestras disquerías una sospechosa versión en digipak, la nueva, en efecto, tiene la aprobación de su familia (que se ha encargado de administrar los derechos musicales y de merchandising de la marca). Se trata del álbum remasterizado y un segundo disco con 16 registros de ensayos, versiones instrumentales y otras rarezas. El tercer CD, en tanto, es un show completo seguido de algunos demos de lo que bien podría considerarse la antesala de Human (1991), además de cinco audios disponibles exclusivamente como iTunes. Todo sin contar los siempre nutritivos textos escritos por los músicos y otros personajes involucrados.

“Este disco significa mucho para mí a nivel personal”, ha dicho Eric Greif, entonces manager de la banda. “Por lo mismo yo no quería que fuera reeditado, después de tantos años fuera del mercado, sino hasta que tuviéramos las mejores condiciones posibles”.

Spiritual Healing fue el tercer y último álbum de estudio por el contrato que Chuck Schuldiner (1967-2001) firmó con el entonces pequeño sello neoyorkino Combat, y el primero que, en el contexto del underground, le dio éxito comercial: vendió las primeras 50.000 copias en apenas unas semanas.

Cifras aparte, es un disco colmado de historias: como el claustro que vivió la banda para terminar los temas en un motel llamado Safari Inn, cerca de Tampa; la sigilosa incorporación de un sintetizador Kawai K1 a los 3:30 del tema homónimo (el primero del lado B para los que tuvieron la impagable dicha de oírlo en vinilo); los misteriosos platillos que suenan, en el mismo tema, a los 5:42 en adelante, o bien la feroz ruptura de Schuldiner con los integrantes de la banda cuando decidieron realizar un tour europeo sin él (Chuck no estuvo de acuerdo con la forma como estaba organizada la gira, pero el baterista Bill Andrews y el bajista Terry Butler siguieron adelante reemplazándolo, cara de palo, con algunos roadies).

Como sea, se trata de un álbum que marcó un camino acaso definitivo en la apuesta de Schuldiner por componer música que tuviera brutalidad, melodía y técnica por partes iguales (ahí están los dos solos al hilo con James Murphy de “Altering the Future”, la lentitud y pesadez de los mejores momentos de “Low Life”).

Así como nunca renunció a la crudeza vocal, Evil Chuck tampoco dejó de lado su interés por llevar el death metal a niveles de perfección interpretativa impensados hasta ese momento (el asombro que en muchos causó Leprosy, su placa anterior, ahora alcanzó niveles de cercanos a la adoración).

Sí, da la idea de que con tantos cambios de integrantes que tuvo Death entre 1983 y 2001 (nadie pasó de los dos discos) Schuldiner era un insoportable. Otros creemos que en tanto relevo no había otra cosa que un inconformismo como compositor que lo hizo siempre forzar las cosas hasta el límite.

Schuldiner fue un creador nato y un tipo sensible, marcado por la muerte de su hermano mayor. Eso queda de su respuesta sobre a qué se habría dedicado si no hubiera sido músico. “Seguramente habría sido veterinario, o alguien que trabaja con animales. Y si no hubiera podido ser esto habría sido cocinero. Amo a los animales y cocinar. En casa con mi novia criamos dos perros y dos gatos. Son como hijos para nosotros”.

No sé si Spiritual Healing sea el mejor disco de Death, pero sin duda fue uno de los primeros en que muchos pudimos escuchar nítidamente todos los instrumentos en su máximo potencial. Y aunque mi favorito es Symbolic, de todos modos esta reedición cumple con mantenernos fresco el recuerdo de un músico iluminado.

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