PUNTERO FANTASMA

Antes del Estadio Nacional hubo otro Estadio Nacional

Durante un lustro, el “Estadio Nacional de Santiago” funcionó en la esquina nororiente de Santa María con Pío Nono. Sí, en pleno Barrio Bellavista, justo frente al puente de fierro que a fines de los años ‘80 fuera remolcado una cuadra más abajo para oficiar hasta hoy como sala de teatro.

Ese olvidado recinto deportivo, cabe aclararlo, no era un estadio propiamente tal y nunca fue escenario de un partido de fútbol o alguna competencia de atletismo. Erigido alrededor de 1930, podríamos definirlo como una suerte de multicancha grandota sin techo y con inestables graderías de palo; según la prensa de la época, podía acoger hasta unas 4.000 personas.

Fruto de una iniciativa privada, este prehistórico Estadio Nacional era esencialmente un ring de box al aire libre, donde los populares púgiles de entonces se agarraban a coscachos los fines de semana, mientras de lunes a jueves se jugaban partidos de básquetbol. Dado el brutal déficit de infraestructura de esos años -aún en Santiago no había ningún gimnasio techado- ese destartalado anfiteatro también era escenario de espectáculos de variedades, conciertos y funciones de circo. Huelga decir que esas carencias acompañaron durante décadas al deporte santiaguino.

Evidentemente, el nombre le quedaba grande a un estadio que no era estadio y que de “nacional” tenía bien poco, salvo el oportunismo de quien lo bautizó. La foto de abajo, datada en 1930, revela la extrema precariedad de sus instalaciones.

Llegados los años ‘30, sin embargo, comenzó a existir otro Estadio Nacional: se trataba de un recinto aún imaginario, un “coliseo fiscal” que serviría de hogar para la práctica de todos los deportes (incluido, claro, el fútbol).

La historia de estos dos estadios nacionales dio un giro en 1935. Por un lado, en apenas un par de días los tablones de Av. Santa María fueron desmontados, decretando la muerte de ese proyecto. En ese terreno la Universidad de Chile levantaría su Escuela de Derecho, edificio que pervive hasta hoy.

La demolición fue sorpresiva: de un día para otro el boxeo se quedó sin casa y pasarían años antes de que volvieran a organizarse veladas pugilísticas como la gente en el Teatro Caupolicán (recién en etapa de proyecto). Y también sufrieron los cesteros: “Desaparecido el Estadio Nacional, cuya utilidad e importancia dentro de nuestro ambiente basketballístico fué discutida en algunos círculos, sólo contamos con las canchas del Tabú, Unión Española, Santa Laura, el gimnasio Nacional en la calle Concepción y otras de menor importancia, todas las cuales desde el punto de vista del público carecen de la capacidad mínima para un gran encuentro”, lamentaba As.

En paralelo, el gobierno de Arturo Alessandri decidió asignar “diez millones de pesos para construcciones deportivas en todo el país”, según consignaba la revista As. Entre ellas estaba el verdadero Estadio Nacional. Tras años de debates, las autoridades por fin habían elegido el terreno definitivo para levantar un complejo que los sportsmen chilenos llevaban reclamando desde hacía un cuarto de siglo. ¿Se construiría en Ñuñoa, no cierto? Las pinzas: el sitio designado fue el Parque Cousiño. Eso ya lo veremos.

Fotos: revistas As y Los Sports.


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