PUNTERO FANTASMA

¿Es competitiva la liga chilena?

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¿Cuál es la liga sudamericana con más campeones de Primera División? La respuesta sorprende: Venezuela, con nada menos que 22 monarcas distintos en la historia de su fútbol rentado. Hay una trampita, claro. Más de la mitad de esos clubes ya no existe; profesional desde 1956, durante décadas el balompié llanero fue un total despelote y cuesta tomarse en serio su palmarés.

Mucho más cercana a la realidad aparece la estadística del resto de los países de la Conmebol. Tras el reciente y merecidísimo título de Cobresal, la cosa va así: Argentina y Brasil (17 campeones cada uno), Chile (16), Colombia (14), Perú (12), Bolivia (9), Ecuador y Paraguay (8) y Uruguay (7).

En competitividad, Chile no está nada mal. Esta “década del 10” ya suma 7 campeones distintos, los mismos que en el decenio previo. Al olimpo pelotero nacional se han sumado dos clubes provincianos –O’Higgins y Cobresal- algo que no sucedía desde el primer título de Cobreloa (1980). Objetivamente, nuestro certamen parece haberse vuelto más disputado: en los ‘90 fueron 4 monarcas en total; en los ‘80, apenas 3 (con torneos largos, eso sí).

Una gracia chilena -que no se repite en Perú, por ejemplo- es que la enorme mayoría de los clubes que alguna vez han logrado la corona nacional sigue vigente en el profesionalismo. A excepción del pobre Green Cross, nuestros campeones juegan hoy entre Primera y Primera B, lo que confirma la estabilidad de un esquema de torneos sin aves de paso que juegan un par de ligas, ganan el título y desaparecen. No será gran cosa, pero algo es algo.

¿Algún otro equipo chileno que hoy no luzca títulos de Primera División ha estado realmente cerca de sumarse a nuestros 16 campeones? Uno que otro: Bádminton (1935), La Serena (1958), Rangers (1969 y 2002), Deportes Concepción (1975), Coquimbo Unido (1991 y 2005) y la U. de Concepción (2007).

La competitividad de un torneo aumenta las probabilidades de no saber de antemano cuál equipo será campeón, verdadero cáncer del fútbol mundial. Pese a los esfuerzos dirigenciales, orientados a darle cada año aún más plata a los grandes, aún la liga chilena no padece del síndrome del “todos contra uno”  donde debe ocurrir un milagro para destronar al tiránico “eterno campeón” (como ocurre en Alemania o Escocia). Tampoco tenemos una lucha de titanes al estilo español, donde la corona suele jugarse entre dos cuadros mientras el resto es comparsa. En Chile aún hay espacio para las sorpresas y eso igual es un tremendo mérito.

Foto: recuerdosdecobre.com

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