MALDITO ROCK AND ROLL

2 Minutos en Chile: Rompiendo la voz por nuestro viejo amor

Por Javier Sandoval

Con 2 Minutos pasa algo peculiar que le sucede a un selecto número de artistas. A lo largo de sus 30 años recién cumplidos, la banda argentina logró crear una marca sólida que da una experiencia segura a todos quienes asisten a sus shows: distorsión, adrenalina, emoción, alegría, recuerdos de una adolescencia marcada por cervezas con amigos al ritmo de tres acordes de punk rock. Los ejemplos pueden ser muchos, pero todos quienes asistimos al aniversario del grupo liderado por el “Mosca” sabíamos perfectamente a lo que fuimos y aún más, lo que vimos, ya que los trasandinos dieron un concierto al hueso que fue previamente calentado por grupos locales y peruanos, todos cargados a los riff cortos y rápidos directo al hipotálamo.

La cita comenzó temprano en el Teatro Caupolicán junto a los nacionales T.A.M., quienes hicieron entrar en calor al puñado de personas que los acompañó; eran pocos, pero realmente fieles y locos. El factor de cantidad en el público fue subiendo más lento de lo normal. Pasaron bandas con presentaciones novedosas como la de los peruanos Aeropajitas o la clásica potencia con que Machuca ya nos tiene acostumbrados y la gente sólo aumentaba en decenas, tanto que no lograban llenar la cancha del local.

Relacionado a esto, me parece realmente inaceptable que para Los KK, segundo conjunto en subir escenario, hubiera tan pocas personas, ya que muchos prefirieron tomar en las afueras del local y comenzar a preparar ese cáncer de la escena llamado “avalancha” antes que verlos en vivo. ¡Son una maldita leyenda del punk chileno! Cuando muchos recién aprendían a hablar, ellos ya estaban cantando en tiempos donde, muchas veces, era preferible callar. Como momento destacable está cuando Gerardo Elgueta, vocalista del conjunto, bajó a la cancha a cantar la clásica de la vieja escuela “No eres nada” en medio del pogo creado. Pura actitud.

Ya para BBS Paranoicos la cosa aumentó hasta llegar al aforo máximo del evento, lleno salvo las esquinas de la galería del Caupolicán. Su presentación estuvo cargada al lado más fuerte de las emociones y sirvió para recordar que este año sacarán un nuevo álbum y que están en pleno aniversario de su célebre disco “Hardcore para señoritas”. Fueron, quizás, la banda que sonó mejor en todo el evento, clara demostración de su actual momento.

Eran poco más de las 20:00 horas cuando 2 Minutos, los cumpleañeros, subieron al escenario con la energía de “Valentín Alsina” y “Todo lo miro”, canciones que forman parte del mundo del que los argentinos hablan. Un universo que recoge el lado más apasionado de nosotros, con una catarsis similar a la de gritar un “gol” en un estadio repleto junto a lienzos, bengalas y las típicas zapatillas que salen volando del mosh.

Su setlist ya es conocido por todos quienes los han visto con recurrencia, cosa no es de extrañar, ya que nos han visitado con demasiada recurrencia, la última este mismo año. Una lista de canciones que están cargadas a la memoria (“El mejor recuerdo”, “Lado oscuro” o el cover “Las piedras rodantes”), otras ligadas al lado más romántico de cada uno (“La ladrona”, “Otra mujer” o “Como caramelo de limón”) y, por supuesto, los temas más hardcore y rápidos como “Barricada”, “Laburantes” o “Q.E.P.D.” Sin embargo, tal como mencione antes, la experiencia y la vivencia no cambia por más repetidos que puedan parecer los himnos, es más, se sienten frescos y motivadores, tanto que podríamos escuchar mil veces “Ya no sos igual” en vivo y no nos aburriríamos.

La alegría volvió la noche del pasado martes, vieja. Nuestro corazón latió a toda velocidad porque, por más gris que pareciera el día, esta banda se encontró ahí para alejar toda posible historia triste. Hace diez años la banda decía que cumplir 20 años no era nada; ahora tienen 30 y, tanto ellos como nosotros, sabemos que para su siguiente cumpleaños volverán a tener la casa llena para romper nuevamente la voz tal como “ella” lo hizo con su cabeza pensando en su muerto amor. 2 Minutos demostró, otra vez, que son un sentimiento que no podemos parar.


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