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RESEÑA // Chuck vive en nuestra voz

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Death To All encabezó una jornada de metal impecable en el Teatro Caupolicán.

Por Javier Sandoval
Fotos: Miguel Fuentes

Ayer, en el Teatro Caupolicán, hubo un choque de generaciones para ver a Death To All, la banda que reunió a tres ex miembros de la legendaria banda Death (Steve DiGiorgio, Gene Hoglan y Bobby Koelble), además del vocalista de Cynic, Max Phelps, quien tributó a Chuck Schuldiner, con el fin de mantener viva la herencia musical de este último y además entregar parte de sus ingresos a Sweet Relief Musicians Fund, institución que cuida a los músicos necesitados de asistencia, ya sea por vejez o alguna enfermedad.

Por un lado estaban los más viejos, aquellos que –tal vez– vieron a Death cuando tocó en tierras chilenas en 1998. Por otro lado, los más jóvenes que les fue imposible haber visto a la banda de Florida en aquel año por temas de edad. Si bien, las décadas en algunos casos era distinta, el objetivo con el que todos asistieron al Teatro Caupolicán era el mismo: dejar claro que ni Schuldiner ni su legado está muerto, ya que éstos viven en cada cabeza que hace headbanging, en cada tipo que levanta a su compañero caído en el mosh y en cada garganta que canta con la voz de su alma las composiciones de Death.

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El evento comenzó a las 19:00 horas con los nacionales All Tomorrows. La banda conformada por “Pepe” Lastarria, Ramón Pasternak, Pablo Martínez y Óscar Arenas se mostró fuerte y con ganas de trasmitir todo el empuje que pusieron en el escenario hacia el poco público que había en ese entonces, pero no les fue fácil. La técnica de sus composiciones hizo cabecear de menos a más a un selecto grupo de espectadores, quienes fueron testigos de su nuevo tema, el que aparecerá en el próximo álbum del conjunto.

Aproximadamente una hora después, Pentagram subió al escenario del Caupolicán. La cosa no comenzó de manera expedita por algunos problemas técnicos, por lo que su show se atrasó por unos minutos. Una vez terminado aquel impasse, el conjunto de Anton Reisenegger, Juan Pablo Donoso y Juan Pablo Uribe demostró su categoría en la escena death metal con temas como “Fatal predictions”, “Profaner” y la clásica “Demoniac possession”, con la que le dieron término a su presentación. Pese a que  faltaron canciones como “Demented” o “Evil dead” (cover de Death que tocaron en The Metal Fest 2014 y que hubiese sido ad hoc al día), Pentagram dejó expectante al público a lo que venía más adelante gracias a un show que antiguamente sería definido como “chacal”, pero que en lenguaje moderno se llamaría “agilado”. Tremendos.

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La hora se acercaba. El público gritaba enérgicamente “¡Death! ¡Death! ¡Death!” esperando pronto escuchar y cantar aquellos himnos creados por la banda de Florida. De pronto, en la tribuna izquierda del Caupolicán, apareció un sujeto que causó ovaciones acompañadas de risas. No era un músico, ni nadie relacionado al circuito, sino que era el personaje de televisión, Pirinoli (!). Quizás estaba esperando que comenzara el show de Death to All para llegar al medio del mosh y decir “¿qué significa este desorden?”. De todas formas, los aplausos que recibió fueron transitorios, ya que al minuto las luces del teatro se apagaron. El momento llegó.

DiGiorgio, Hoglan, Koelble y Phelps, quien estéticamente hablando se parece mucho a Schuldiner, se hicieron presentes en el Caupolicán. Al igual que Death hace 16 años en el mismo recinto, las primeras notas de “The Philosopher” fueron los causantes de desatar la algarabía de los presentes, la que aumentó cuando Death to All atacó con “Leprosy” y “Left to die” de manera seguida.

Clásicos como “Suicide machine”, “Lack of comprehension” o “Spiritual healing” fueron ejecutados de forma perfecta por los cuatro integrantes de la banda. De todas formas, un caso aparte fue Steve DiGiorgio. Qué manera de manejar y animar al público, además de interactuar con éste con una carisma envidiable. El también bajista de Testament no sólo demostró sus cualidades como músico, sino que también como líder dentro del escenario.

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Pasado la mitad del setlist, la voz de D.T.A., Max Phelps, le dejó su puesto al vocalista de la banda alemana Obscura, Steffen Kummerer, quien interpretó cuatro temas: “Symbolic”, “Zero tolerance”, “Bite the pain” y “Overactive imagination”. Pese a que estuvo poco en escena, se notó que lo disfrutó con todo. Una vez terminados las canciones anteriormente mencionados, Phelps vuelve a tomar su guitarra y micrófono para cantar uno de las composiciones más coreados de la noche, “Zombie ritual”.

Un momento épico de la jornada fue cuando Koelble y Phelps comenzaron a tocar el clásico “olé, olé, olé, olé… Chile, Chile” en guitarra, al que después se le sumó tanto Hoglan en batería como DiGiorgio en bajo y voz. Aquello no sólo fue un anticipo de las fiestas patrias próximas a realizarse, sino que también creó el puente perfecto para tocar “Crystal mountain”, tema que fue, quizás, el más simbólico de la jornada. El calor de la bengala que se hizo presente en dicha canción no era comparable con el ardor que había en las gargantas de quienes la cantaban a todo pulmón. Al término, y como guinda de la torta, Death to All tocó “Pull the plug”, en donde se generó el mosh más grande del recital.

Las personas no se querían ir; querían más Death. El “¡no nos vamos ni cagando!” fue reemplazado por “¡Spirit crusher!”, “¡Spirit crusher!”, ya que era la canción que la fanaticada pedía. Por un momento, por la cara con que DiGiorgio miró a los demás integrantes del grupo, se pensó que la tocarían, pero no. De todas formas, el público del evento se fue contento, ya que escucharon nítidamente la ejecución de 18 temas, alrededor de 90 minutos de buen death metal directo a la nostalgia.

Tal vez el Caupolicán no se llenó, pero sí lo hicieron los corazones de los asistentes, ya que por medio de sus cantos –que se transformaron en un solo– le brindaron uno de los mejores homenajes que se le puede dar a una persona: ser recordado eternamente. Por esto, entidades como Chuck Schuldiner, Dio o Jeff Hanneman nunca morirán. Ellos, a través de sus canciones, nos traspasaron sus vivencias, historias y parte de ellos mismos. Depende de nosotros no callar su legado –nuestro legado–, ya que siempre que sus temas suenen en los oídos de la gente, ellos estarán con nosotros.


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